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POR ARKANSAS EN DOS IDIOMAS

El pertenecer al Motoclub Halcones debe ser un privilegio, porque podemos viajar en moto con amigos, con seguridad, a través de lugares lejanos, apropiados y con diversidad de experiencias al…

El pertenecer al Motoclub Halcones debe ser un privilegio, porque podemos viajar en moto con amigos, con seguridad, a través de lugares lejanos, apropiados y con diversidad de experiencias al visitar distintos países. Si tanto nos gusta tripular una moto, si tanto nos deja la experiencia de observar a la naturaleza desde una moto, si de verdad creemos que este extraordinario vehículo deposita en nuestro sistema nervioso una cantidad ilimitada de adrenalina, seguramente estaremos en posibilidad de hacer historia, nuestra muy particular historia como motociclistas; y si a esta gran experiencia personal le sumamos lo valioso que es establecer amistad con gente que comparte ese deseo, estaremos completos como individuos en la práctica de un deporte extremo como es la moto. 

La moto te permite desarrollar velocidades de vértigo bajo tu propio control, te transmite la sensación única de desplazarse de un lugar a otro en fracciones de tiempo. Además, tendremos una larga lista de experiencias, tanto en el manejo como en el desarrollo y logística, al organizar cada viaje, coordinarlo, ampliarlo y sobre todo compartirlo. Las carreteras del estado de Arkansas, como tantas en los Estados Unidos, fueron construidas con precisión matemática, con admirable superficie antiderrapante, con gran ingeniería de ascenso y descenso en los lomeríos; presentan curvas con diferentes grados, pero sin variaciones, evitando así que la caprichosa orografía desajuste tu manejo seguro.

Vivir un solo día en esta vasta zona de Arkansas conduciendo tu moto, merece la pena por la gran cantidad de curvas, distancias y circuitos que te hacen recorrer cientos de kilómetros, que te ofrecen como marco miles de pinos, bosques tupidos como en los cuentos de hadas; paisajes que las artes plásticas tratan de imitar, cabañas como de cuento y construcciones que respetan siempre al medio ambiente; variadísimos tonos de colores que solo la naturaleza puede darnos. De ella misma emanan, y alimentan nuestro espíritu para que nos sintamos vivos ese solo día. Hoy concluimos no una sola jornada, sino tres con 1,500 kilómetros del más emocionante y bello viaje en moto realizado por un grupo de amigos Halcones, Todo bajo un excelente clima con variantes de 16 hasta 25 grados, cielos azules y aire fresco, ¿qué más se puede pedir?

Halcones rumbo al norte

Salimos de Monterrey el jueves dos de septiembre dos camionetas y cinco camaradas Halcones, con dos remolques y cinco motos rumbo al estado norteamericano de Arkansas. Nos esperaban más de 1,500 kilómetros de camino con algo más de 15 horas de recorrido. Por otro lado, de Houston, Texas, salieron seis compañeros motociclistas, quienes al igual que nosotros esperábamos recorrer algo más de mil kilómetros con diez horas de recorrido. Se completó así una oncena de motociclistas con un solo destino:   recorrer los caminos y carreteras de Arkansas con el ánimo y con el sueño, para unos, de repetir la experiencia, y para los otros, como su servidor, de experimentar por vez primera esta reseñada travesía en moto. 

El primer día, el viernes tres de septiembre, empezamos el día con la ruta planeada.  Había motos K-1200, 1300, GS-1150 y K-1200 RS, en total cinco motos K, una R-1200 R, una GS-1150 y cuatro G-1200.   Durante la primera jornada, nuestro compañero Carlos González, con su K-1300 S, encabezó la columna, seguido por un amigo de Houston, de nombre Andrew Desjarlais, con otra K-1300 S y 45 años de edad, seguido en tercer lugar por otro compañero estadounidense llamado Bud Carrigan, con una K-1200 S, y con 66 años cumplidos.

Andrew Correa –con su GS-1200– de no más de 50 años; como cuarto un servidor con mi GS-1200, como número cinco mi amigo Fernando Gino González en su K-1300 R, más otro grupo de cinco motociclistas encabezados por Ignacio Flores: Pepe LLaguno, Javier Troncoso, así como dos amigos de Houston, Ben Brandt y Larry Davis.  Arrancamos un tanto confiados por las pláticas de Nacho Flores el día anterior, también por el excelente manejo de los amigos de Houston, quienes se intercalaron con los Halcones, saliendo del hotel a las 8.30 a.m., y en menos de cinco minutos entramos a la carretera 123 al oeste.   No hay palabras que describan lo que en tan poco tiempo, aun con el motor y llantas frías, se puede encontrar: una carretera de lo más imponente, acordonada por pinos y bosques, con los rayos del sol mañanero atravesando las sombras desperdigadas en el pavimento de una infinidad de árboles; los aromas aún permanecen en los archivos de mi cerebro.

Yo buscaba con la vista y trataba de no perderme ningún detalle; sentí que la velocidad del grupo se volvía a cada instante mayor, así que aboqué toda mi atención a los controles, aferrándome con suavidad a ellos y olvidándome de todo lo que me rodeaba, ya que la atención en el manejo y la seguridad estaban al alza. 

Pensaba que los amigos estadounidenses eran lentos y que les gustaba “pasear” sus motos a bajas revoluciones; cabezas solo cubiertas con paliacates, algunos tatuajes vistosos, mucho cuero y muchos “cueros”, cromo a mares en sus impecables motos ruidosas con el clásico perfil del “American Dream”, y no solo eso, sino su endemoniada baja velocidad que desaprovechaba lamentablemente unas carreteras hechas solo para Valentino Rossi y demás campeones del Gran Premio.  

Pues nada de eso dejaron ver esta caterva de norteamericanos, más me acordé de donde venía: “Soy Halcón y mejor me concentro”, observé una perfecta formación, su aplicada forma de acelerar al máximo sus K con escapes ruidosos, que te hacían sentir Lorenzo por los cambios de velocidades en microsegundos; vueltas a la izquierda y a la derecha tomadas magistralmente con las motos inclinadas casi al máximo de uno a otro lado, modificando admirablemente su posición en los asientos; frenadas exquisitas con cambios a la baja sin errores, aceleración después de tomar las curvas al tope del acelerador y velocidad de vértigo en cada curva.

Desde Carlos hasta el que me antecedía, así comenzamos. Los primeros minutos después de la salida del hotel a no más de cinco minutos… ¿Dónde estoy? ¿Con quién estoy?… me dije a mí mismo: “¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué mi paso romántico con la moto?”.  Así desperté de mi letargo y de lo equivocado que estaba al creer que aquellos amigos eran del “American Dream”… me apliqué y no me quedó de otra; aceleré mi GS-1200 hasta que sentí que el Boxer reventaba en cada cambio; sin ver el velocímetro y con mis naturales temores y tabúes ante un manejo semejante, perseguí al gringo que me antecedía con la misma cadencia con que manejaba su GS… Casi me “pesco” de su calavera trasera para no perderlo y al mismo tiempo no podía dejar en el anonimato que soy Halcón, cuando menos de corazón; le seguí así durante más de una hora, me brotaban palabrotas, palabritas y grandes deseos de que esto no terminara nunca, ¡Qué trazos, qué hermosas rectas y curvas!  Lo que más me gustó fue que la columna de seis motos nunca se separó en todo ese tiempo y todos nos empatamos con armonía, con seguridad y con alta escuela; en mi retrovisor observé a Gino que debió estar subiéndose de tono como un servidor.  Decir “emocionante” es poco. 

Al paso de una hora o más, nos detuvimos en algún restaurantito conocido, y con esta pequeña muestra de lo que nos esperaba en los siguientes dos días, no nos quedó más que expresar casi a gritos lo emocionados que estábamos, tanto quienes ya habían venido en varias ocasiones, como aquellos que, como el que esto escribe, efectuaban su primera visita. 

Así continuamos por todos los caminos durante toda la mañana y después del mediodía, para arribar al hotel ya entrada la tarde.  Los comentarios durante él convivió en la tarde-noche, en la terraza del hotel, manifestaron que ellos quedaban gratamente sorprendidos por nuestra calidad de manejo, al igual que nosotros de su muy especial pilotaje de moto a la alta escuela de los Estados Unidos. Los primeros 600 kilómetros dejaron en el olvido los 1,500 de distancia, recorridos en camionetas de Monterrey, hasta ese excelso recorrido de motos de ruta. El segundo día nuestro recorrido fue de 580 kilómetros y el tercer día solo nos quedamos con 320 kilómetros, dándonos un total de 1,500 kilómetros recorridos en variadas rutas, planeadas por nuestros compañeros Carlos y Nacho en conjunto con los amigos norteamericanos con un día de anticipación.

La experiencia de este viaje, nos indica que es necesario viajar con camionetas y remolques para el traslado de más de 3,000 kilómetros de recorrido de ida y vuelta, con la finalidad, entre otros factores, de llevar los neumáticos nuevos de las motocicletas, que serán utilizados solo para los circuitos y carreteras de la zona, aumentando de esta manera la seguridad en el manejo, y evitando al cien por ciento el desgaste natural en las autopistas que solo se recorren para el traslado.

Roberto Gutiérrez

Motoclub Halcones de Monterrey, A.C.

Secretario.

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