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Tiffany Coates: Lo más difícil, es decir “adiós”

Tiffany Coates Lo más difícil, es decir “adiós”

Una de las más famosas motociclistas de aventura del mundo es Tiffany Coates; pertenece a la misma estirpe de los grandes, explora-d o res, ha recorrido todos los continentes, ha convivido con la gente de las más diversas culturas, y ella quisiera que muchas otras personas descubriesen esas satisfacciones. Es también una idealista que trabaja para mejorar la suerte de la niñez marginada. En esta charla comparte algunas de sus vivencias con el público mexicano.

Boxer Motors: Por favor, cuéntenos acerca de sus comienzos en los deportes, su iniciación como deportista.

TC: Siempre he disfrutado de los deportes, y jugué en muchos equipos deportivos, en el colegio y en la universidad. En aquellos días, mis deportes eran el snowboarding, el buceo y el surf.

BM: ¿Hubo alguien que la haya motivado? ¿Recuerda un ejemplo, un ídolo deportivo?

TC: Siempre he admirado a la gente que triunfa sobre la adversidad, tales como los primeros escaladores del Éverest y Roger Bannister, la primera persona que corrió la milla en menos de cuatro minutos. Lo consiguió cuando todos le decían que la hazaña era imposible, y pudo lograrlo porque él confiaba en sí mismo.

BM: ¿Cómo comenzó la práctica del motociclismo de aventura?

TC: Siempre había viajado mucho, sin nada más que una mochila, hasta que cierto año, de improviso, Becky, mi mejor amiga, y yo decidimos que deberíamos emprender juntas un viaje a la India, y que lo queríamos hacer en una motocicleta.

BM: Por favor, cuéntenos acerca de sus comienzos como viajera y aventurera.

TC: Mi padre pertenecía al Ejército Británico, así que la familia se cambiaba de domicilio frecuentemente. Cuando era niña y mientras crecía, cada dos años nos teníamos que mudar. Esto me proporcionó la capacidad para sentirme como en mi casa, en nuevos ambientes y para entablar amistades ahí donde todos son forasteros. Fue una evolución natural para mí iniciarme como una trotamundos con mi mochila al hombro, cuando tenía 17 años.

“Cuando era niña y mientras crecía, cada dos años nos teníamos que mudar.”

En su sitio web, Tiffany Coates muestra un sinfín de fotos que dan cuenta de sus andanzas; muchas de ellas corresponden a territorios de belleza árida e impresionante, entre sociedades tradicionales, cuya infraestructura es incipiente. Estas imágenes corroboran lo que el precursor de la aviación, de Saint-Exupéry, vio desde el aire: en gran parte, nuestro planeta se compone de territorios inhóspitos, y las franjas donde prosperan los pueblos humanos son estrechas. Más allá, solamente se adentran los temerarios, Tiffany Coates explora esos terrenos áridos, en regiones tan apartadas entre sí como el Tíbet y Arizona. Su primer gran viaje siguió la ruta de Alejandro Magno, hacia la India.

BM: ¿Por qué eligió la India para su primer gran viaje?

TC: Yo había ya viajado por muchos países, solo con mi mochila; la India era un nuevo destino, y la determinación de viajar en motocicleta fue secundaria.

BM: ¿Cómo se trazó la ruta para aquel primer gran viaje? ¿Fue un trabajo de equipo?

TC: Definitivamente, fue un trabajo de equipo. La ruta desde Europa a la India no ofrecía muchas posibilidades para elegir, especialmente hace 15 años, cuan-do existía la antigua Unión Soviética, y todavía resultaba muy difícil viajar a través de ella. Elegimos aquellos países europeos que nos ofrecieran unos destinos que deseáramos visitar, tales como Viena en Austria y el castillo del Conde Dracula en Transilvania, Rumania. Desde la Europa Meridional llegamos a Turquía, luego a Irán, Pakistán y por fin la India.

BM: ¿Puede relatarnos cómo se preparó para aquel primer viaje?

TC: Ambas aprendimos cómo manejar una motocicleta, cómo darle servicio y hacer mecánica nosotras mismas. Investigamos igualmente acerca del papeleo para los trámites aduanales en los cruces fronterizos.

BM: La India es un enorme país, un país complejo y multicultural. ¿Tomaron en cuenta su clima, su infraestructura u otras cuestiones?

TC: Para ser sincera, ¡no! Nos dimos cuenta lo inmensa que es, y que los estados que la integran parecen más bien países separados entre sí, con diferentes culturas y aduanas. Respecto al clima, no pensamos mucho en él, simplemente partimos a la India, sin programa alguno. Queríamos ponernos en camino en cuanto hubiéramos ahorrado el dinero suficiente. Estábamos conscientes de que la India era un país en vías de desarrollo, por lo que su infraestructura debía ser modesta, diferente a cualquiera de Europa.

BM: ¿Cuál fue la mejor anécdota de aquel viaje?

TC: Vivimos muchas aventuras y emocionantes peripecias. Probablemente, la más dramática fue cuando nos arrestó la policía secreta de Irán, cuando habíamos salido y nadie sabía dónde estábamos.

Nosotras no teníamos la más remota idea de qué error habíamos cometido. Nos trataron bien, y a la postre nos dejaron en libertad luego de una breve explicación.

BM: ¿Este viaje significó alguna transformación para usted?

TC: Demostró ser una increíble experiencia, al igual que un bautismo de fuego en el asombroso y fantástico mundo de los viajes en motocicleta. Desde aquella primera jornada en motocicleta, ya no puedo imaginarme viajando sin mi moto. Eso me permitió además descubrir nuevas fortalezas en mí, que nunca me había imaginado, así como los logros que uno puede alcanzar, si de veras así lo desea.

BM: ¿Qué clase de satisfacciones y buenas experiencias ha conocido a lo largo de sus viajes?

TC: Las experiencias de primera mano, de muchas clases: gente generosa y hospitalaria, que quiere invitarla a una a sus hogares, para darle de comer y de beber. Se trata de una experiencia muy bochornosa para dos mujeres llegadas desde un país de la Europa occidental, conocer pueblos que quieren entregar todo lo que pueden para ser los más hospitalarios que les es posible.

BM: ¿Cada día es diferente? ¿Cómo es un día normal para usted?

TC: Sí, cada día es distinto. Puedo recorrer 50 millas o 500 ese día, lo que depende de las condiciones del camino. Puedo tratar de comunicarme en unos idiomas con los que no estoy familiarizada; comer alimentos que no parecerían comestibles en mi país natal. Y al término de la jornada, puedo pernoctar en mi tienda de campaña, en una choza de barro, en un yurt, una de las casas desarmables tradicionales de Turquía, o en un hotel. Mi jornada puede incluir recorridos por áreas montañosas, desiertos, ríos o extensas praderas habitadas por una fauna exótica.

Un día típico empieza con una taza de té, preparada en mi cocineta, bajo mi tienda, en un campamento levantado a un costado de la montaña durante la víspera. Disfruto muchísimo acampar, me gusta el aire libre, me gustan los paisajes. Acampo en cada país que visito. El desayuno consiste en muesli o avena, depende del clima si tomo este alimento frío o caliente. Le añado fruta fresca o seca. Luego empaco mi equipo y conduzco hacia el este, deteniéndome en los parajes que me interesan; quizás trate de encontrar una ruta a través de los pasos montañosos; me detengo en las aldeas para comprar provisiones en los mercados, para la hora del té y para las comidas.  Podría terminar la jornada buscando un sitio adecuado para levantar mi tienda, generalmente, un sitio discreto, que no revele mi presencia. Idealmente, procuro no recorrer más de 150 millas diarias, ya que así tengo la ocasión de con-templar el panorama, platicar con los lugareños y explorar los alrededores.

BM: ¿Puede contarnos acerca de su relación con los lugareños?

TC: Siempre he sido bienvenida en cada país; la gente se asombra de que yo viaje sola a en una motocicleta de tales dimensiones. Me invitan a pasar a las cocinas, con las señoras y entonces los señores me comentan que me consideran como un hombre “honorario”, porque yo viajo sola en mi propia motocicleta.

BM: Australia, Tierra del Fuego, Mongolia, África… muchos países, muchos pueblos, incontables culturas. ¿Esto conlleva para el aventurero un tipo especial de transformación?

TC: Una transformación para no tener concepciones previas sobre los países, y aceptar a su gente tal como una la conoce. Para presentarse con una sonrisa y dispuesta sinceramente a aceptar cualquier hospitalidad y cualquier ayuda que se le ofrezca, no importa si se trata de un balde con agua que brota de una pared, o una vianda colectiva, proveniente de un trasto en el que cada miembro de la comunidad ha metido las manos.

BM: ¿Cuál es la más importante vivencia en estos viajes?

TC: Esta es una pregunta de veras difícil de responder. Hay logros personales e individuales, que significan mucho para mí, ya sea el arduo cruce de un río, o conducir a través de las arenas, la más exigente de las superficies para conquistar; asimismo, están los logros geográficos, tales como conducir desde Dead Horse, Alaska, hasta la Tierra del Fuego, en el extremo sur de la Argentina, o bien, cruzar la cordillera del Himalaya.

BM: En sus incontables viajes, ¿cuáles son las rutas y regiones más arduas?

TC: He constatado que las rutas más arduas son aquellas que atraviesan los desiertos, porque tratar de conducir una motocicleta de 270 kilos a través de la arena es extremadamente desafiante. El África es el continente que más exigencias representa. Sus vías difíciles y largas provocan preocupación, sin embargo, ya muchas de ellas se han comenzado a pavimentar, Tayikistán, en la parte central de Asia, implica múltiples retos, por su carencia de infraestructura, su carretera que pasa a través de la cordillera de Pamir y corre paralela al río Panj, en la frontera con Afganistán. Y también está el Tíbet, en el corazón del Himalaya, la cordillera más alta del mundo, sin caminos pavimentados, largos recorridos diarios, a alturas de 4,800 a 5,200 metros. La prolongada estancia en tales alturas extremas les cobra su tributo a los motociclistas y puede resultar mortal.

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