¿Cómo surgió su pasión por combinar la aventura del motociclismo y la fotografía? ¿Tuvo algún modelo o ejemplo que lo haya motivado para seguir este camino?
No, realmente no tuve un modelo, mi pasión por las motocicletas, por viajar y explorar nuevos lugares, comenzó cuando era muy joven, descubrí la fotografía durante mis días universitarios, tan bien se complementan los tres vicios que son como uno solo.
¿Cuál fue su proceso de formación en la técnica fotográfica?
Nunca recibí un entrenamiento formal, pero siempre he tenido la habilidad de ver en mi cabeza la imagen que quiero capturar con la cámara, ya sean paisajes o lugareños.
Algunos prefieren aún la cámara analógica, ¿tiene alguna preferencia en particular?
Comencé con los rollos, pero pronto me cambié al sistema digital, que me da la libertad de captar cualquier motivo sin preocuparme por el costo o el desperdicio de rollos en los viajes largos, mi presupuesto es muy limitado y los rollos consumían gran parte de él.
Su otra gran virtud es la oportunidad de revisar mis fotos al instante, puedo ver una mala foto y tratar de corregirla, hay lugares de muy difícil acceso y no sería fácil regresar.
En sus fotografías, la gente, los lugareños, tienen un papel muy importante.
Lo que quiero captar son las personas y los lugares: es sorprendente saber que si sigues el camino que ves frente a ti, te llevará a unas culturas y paisajes increíblemente diferentes a tu mundo, el mundo se está volviendo más pequeño, pero sigue siendo increíble.
¿Por qué prefiere la motocicleta para emprender sus viajes a través del continente?
Es el vehículo perfecto para ver el mundo. En ella puedes ver, sentir, oler y saborear el entorno. Te vuelves parte de los elementos que te rodean; dentro de un carro te aíslas de ese mundo. Además, las motos tienen un encanto que atrae y acerca a la gente a ti: quieren saber quién es ese viajero, conocer su historia. Rompen el hielo para platicar con la gente.
¿Cuáles son las vivencias que ofrecen las ciudades y las pequeñas poblaciones?
Hay unas ciudades fantásticas y otras muy difíciles. Buenos Aires es fantástica, con barrios preciosos y mucha historia. Lima es la ciudad más dura y difícil. El tráfico terrible, la basura abundante y la corrupción policiaca, hicieron mi estadía muy amarga.
Una de las ciudades que más me impresionaron fue Medellín. La gente fue extraordinaria, en todos los aspectos: si me perdía me llevaba hasta mi destino, por lejos que estuviera. El dueño de una gasolinera me dedicó tres horas, sin aceptar remuneración. Prefiero los pueblos pequeños y las aldeas. Hay algo “verde” en ellos.
Me gusta entablar la charla con los lugareños. No pasa mucho tiempo para que comiencen a platicarme sus vidas o la historia local. Están muy orgullosos de sus historias y si uno los escucha, tendrá su recompensa. Muchas veces lo llevarán a sitios que nunca hubiera encontrado.
¿Conserva todavía la América Latina sus complejos legados culturales, pese a los cambios tan acelerados de nuestro tiempo?
El mundo está cambiando, pero Latinoamérica sigue siendo Latinoamérica, conserva unas culturas muy distintivas, cierto día platicaba en Guatemala con un señor en su traje tradicional, que fajaba un machete. Me estaba contando sobre su pequeña choza cuando de repente interrumpió su plática para responderle a su celular.
En el ámbito de la motocicleta, ¿Cuáles son los modelos que prefiere?
Las de doble propósito son las mejores. ¡Y obviamente la BMW GS es la mejor! Mi GS, tiene su propio grupo de seguidores, por su millaje, hoy, con el motor original de fábrica, tiene 458 mil millas o 737 mil kilómetros. ¡Es como una “Pick-up”! Puede hacer casi cualquier cosa y lo hace bien la mayoría del tiempo.
¿Cómo se percibe al motociclista BMW en las ciudades y aldeas a las que llega?
En las ciudades muchos conocen la motocicleta, por lo que están interesados en tu máquina, en los pueblos pequeños la gente se interesa más en el conductor y se fascinan al ver una moto tan grande. ¡Y claro que siempre preguntan qué tan rápido puede ir!
El motociclista podrá viajar solo, pero en muchos sentidos, nunca está solo.