La sima de las Cotorras: Una mini selva escondida

La sima de las Cotorras Una mini selva escondida

Una Miniselva Escondida

Desde que vi en internet la Sima de las Cotorras, en el Municipio de Ocozocoautla, Chiapas, me dije “¡ahí te voy!”

Fue entonces cuando me dispuse a buscar la fecha apropiada para ello. Invité a varios amigos, pero no tuve la fortuna de que me acompañaran. Más de dos comentaron que era un lugar peligroso por las lluvias y deslaves de la zona. Pero lo cierto es que muy pocos habían oído hablar de ella; eso no me amedrentó, por lo que poco tiempo después surgió la oportunidad y sin pensarlo preparé mi equipaje, en el que destacaba más la herramienta que la ropa.

Una ruta con historia

A las seis de la mañana, después de cargar combustible, emprendí la aventura. Salí de la blanca Mérida, en el estado de Yucatán. La primera parada fue la bahía de Champotón. Según el relato del soldado y cronista Bernal Díaz del Castillo, los expedicionarios navegaban por la costa cuando llegaron a Chakanputún, al cual rebautizaron como Champotón. Ahí se encontraron con unos mil indígenas fuertemente armados, que atacaron a los españoles, mataron a más de 50 y dejaron herido al capitán.

 La expedición española se retiró. Después de esta fiera pelea, los ibéricos tuvieron que huir sin agua y con muchos heridos, 57 muertos y dos cautivos, Alonso Boto y un portugués viejo. El mismo Hernández de Córdoba sufrió 33 heridas debido a estos acontecimientos. Por ello Champotón fue bautizado como “Puerto de Mala Pelea”.  El cacique Moch (el «Mocho», el manco Cohuó) fue el primer héroe indígena. Este jefe maya fue capaz de propinarle la primera derrota a un ejército invasor extranjero en América.

Después de un rápido desayuno continué hacia la perla del golfo, Ciudad del Carmen, donde ya me esperaba un entrañable amigo, Rafael Novelo Magregor, eterno rodante de las carreteras nacionales.

Luego de varios cafés y viejas anécdotas, continué hasta la ciudad de Villahermosa, Tabasco, a la que algunos bromistas conocen como la ciudad de las dos mentiras, “ni es Villa ni es hermosa”. Ahí, a la salida, aproximadamente a las 14:00 horas, llené de nueva cuenta mi tanque. Ventaja maravillosa de la BMW: 550 kilómetros de autonomía. Calibrado de las llantas, rápida inspección física, estiramientos corporales y a seguir hacia Tuxtla Gutiérrez, “Lugar de Conejos”, según la lengua náhuatl.

Pernocté en un lugar llamado El Circo, donde tienen en cautiverio a unos leones, que supuestamente en la noche vagan sueltos y hambrientos. No quise averiguar si aquello era cierto, por lo que decidí levantarme de mi cama, que no quería soltarme, para asegurar bien la puerta. Y así, a las siete de la mañana, comencé mi ruta trazada.

Desde luego, el primer lugar que visité fue Chiapa de Corzo. Durante la colonia, Chiapa de Corzo fue la capital indígena de la provincia de Chiapas, por lo que se le llamaba Chiapa de los indios, en contraste con la «Chiapa de los españoles», la actual San Cristóbal de las Casas, poblada casi en su totalidad por criollos y algunos indios.

Actualmente, existe una gran mezcla de arquitectura en esta ciudad, destaca el embarcadero al Cañón del Sumidero, las ruinas del ex convento de Santo Domingo, la isla de Cahuaré, la enorme campana de la iglesia de Santo Domingo y la fuente-corona, única en su estilo en el estado por su arquitectura mudéjar del siglo XVI.

Chiapa de Corzo cuenta con tradiciones internacionalmente reconocidas, tales como los Parachicos de la Feria de Enero y las chuntas.

La gastronomía tradicional ofrece especialidades como la pepita con tasajo, puerco con arroz, cochito horneado, chipilín con bolitas, tazajo, los tamales de yerbasanta, de cambray, de bola y de chipilín; dulces como el nuégado, las bolonas, cazueleja de elote, frutas curtidas en licor de mistela. También hay bebidas como el pozol, el tazcalate, el atole agrio.

La imponente vista del Cañón del Sumidero figura en el escudo del estado. Ese fue el siguiente punto de interés a visitar. El Cañón del Sumidero es una estrecha y profunda falla geológica, apenas a cinco km de Tuxtla Gutiérrez. Tiene un acantilado que se levanta más de un kilómetro sobre las aguas del río Grijalva, que desemboca en el Golfo de México luego de atravesar los estados de Chiapas y Tabasco.

La profundidad del Grijalva supera los 250 metros y junto con las paredes del cañón, que alcanzan los 1,300 metros de altura, forma uno de los paisajes más majestuosos del continente.  Los geólogos calculan que el cañón se abrió hace doce millones de años en la Sierra Norte de Chiapas.

La boca sur del cañón comienza en Chiapa de Corzo y desemboca en la presa hidroeléctrica Manuel Moreno Torres, famosa en México bajo el nombre de «Chicoasén». El Cañón del Sumidero se declaró Parque Nacional el 8 de diciembre de 1980. Abarca  21,789 hectáreas y su riqueza geológica le ha ganado reconocimiento internacional.

El 2 de febrero de 2004, el parque se declaró sitio Ramsar en México. Los Sitios Ramsar son los humedales de importancia internacional por su riqueza biológica y por su calidad de refugio para las aves acuáticas migratorias.

El Cañón del Sumidero fue nominado para el concurso internacional, las «Siete Nuevas Maravillas Naturales», como único representante de México.

Por fin en la sima

De regreso a Tuxtla Gutiérrez, degusté unos deliciosos cortes de carne, para luego emprender el ascenso al objetivo principal de mi viaje, la Sima de las Cotorras. Su cuidado y operación están a cargo de un grupo de lugareños de la comunidad de Piedra Parada, en el Municipio de Ocozocoautla Chiapas. La conservación y el cuidado de los recursos naturales son el principal compromiso de estos mexicanos.

La Sima de las Cotorras, en la Reserva de la Biosfera El Ocote, es un hundimiento natural de la superficie de la tierra, casi perfectamente redondo, semejante a los cenotes de Yucatán. Tiene un diámetro de 160 metros y una profundidad de 140; se formó por la gran filtración del agua. Esta belleza natural es de las más importantes del estado. En su fondo hay una pequeña selva en cuyos árboles (distintos a los que crecen en la superficie) habitan numerosas familias de cotorras, de ahí el nombre de este extraordinario paraje.

En las paredes de la cima hay vestigios de la cultura zoque. Se trata de pinturas rupestres en negro, rojo y ocre. Estas enigmáticas obras representan figuras geométricas, animales, manos humanas y símbolos hoy desconocidos. La Sima de las Cotorras es también ideal para la observación de las aves y la flora de la región. Se puede descansar en las cercanas cabañas ecológicas y degustar los platillos regionales en el restaurante.

Los aficionados a los deportes de campo pueden practicar rapel, senderismo y otras actividades.

¿Cómo llegar? Pues si se sale de Tuxtla Gutiérrez en dirección oeste hacia Ocozocoautla de Espinosa y hacia Ocuilapa de Juárez, se encuentra la localidad de Piedra Parada, en este entronque se toma el camino de terracería hasta la Sima de las Cotorras. El recorrido total es de 18 kilómetros.  El letrero del centro se ve sobre la carretera hacia la desviación del mismo. No es fácil el acceso: ni motos deportivas ni motos chopper.

La recomendación es solo motos doble propósito y enduro. Claro, para mi humilde BMW 1200 GSA, no fue problema la subida. Las piedras, uno que otro tronco, riachuelos que corren cruzando el camino. Fue un verdadero encuentro con la naturaleza.

Es un camino solitario, está por demás decirlo, pero los paisajes y lo agreste de la zona hacen que el esfuerzo valga la pena con tal de admirarlos. Después de un recorrido por más de dos horas, toma de fotos, un refresco para mitigar la sed que produce la caminata, comencé el retorno para descansar una noche más en la ciudad de Tuxtla, a la que llegué ya pasadas las 20.00 horas, luego de sortear el tránsito citadino.

Lo que no tiene precio

Sin más, al día siguiente, después de rellenar mi tanque de gasolina, partí a las siete de la mañana, hacia San Cristóbal de las Casas, ciudad colonial ubicada a 46 km, por la autopista Tuxtla Gutiérrez. San Cristóbal de Las Casas, como lo han dicho diversos visitantes, es una de las ciudades más románticas del mundo, y se le reconoce como Pueblo Mágico.

Su riqueza radica en su diversidad étnica y en la tradición colonial, que se muestra en sus tesoros arquitectónicos, en diversas edificaciones de los siglos XVI, XVII y XVIII. El primer sitio a visitar fue ese conjunto formado por el convento dominico y el templo de La Caridad, unidos con la Catedral y la Plaza 31 de marzo por el andador Eclesiástico Norte, principal eje monumental de la ciudad.

La iglesia de Santo Domingo es una obra cumbre del barroco centroamericano y mexicano, tanto por su fachada de argamasa como por el conjunto dorado de los retablos y el púlpito de su interior. La Caridad destaca por su suntuoso retablo barroco. Barrocos son también los retablos de San Francisco, mientras que El Carmen luce una torre mudéjar única en México.

Muchos otros edificios de interés hay en la ciudad, que se caracteriza por poseer un cuantioso inventario de casonas de estilo neoclásico inspiradas en el renacentista tratado de Vignola. Luego no podía faltar un rápido desayuno en el zócalo, donde mi adicción al café impediría mi salida inmediata, no sin antes degustar más de tres tazas de la aromática bebida.

Finalmente, cerca de las 12 del día, hice mi graciosa huida hacia mi natal ciudad blanca, que me recibió con los brazos abiertos, a las dos de la mañana del día siguiente, tras catorce horas de manejo, y una escala en Escárcega, Campeche, para llenar de nueva cuenta mi tanque de gasolina.

Tres días de recorrido, más de 1,800 kilómetros y 30 horas de manejo, así como un gasto total de cuatro mil quinientos pesos en gasolina, casetas, comida, hospedaje y entrada al parque de la Sima de las Cotorras. Pero el placer de la satisfacción por el logro cumplido no tiene precio.

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