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Marruecos

Marruecos

Salem Aleikum

Nos dirigimos al continente africano en ferry. A medida que se alejaba de nuestra vista el Peñón de Gibraltar, la costa marroquí se asomaba como una línea brillante en el horizonte. Solo una noche más en Ceuta, España, y nos dirigiríamos a cruzar la frontera de Marruecos.

Nos tomó un par de horas llenar un montón de formas para que el control fronterizo nos permitiera inscribir los números de las motocicletas en nuestros pasaportes. Mientras esperamos, nos pusimos a platicar y a hacer ajustes de último minuto a las motos para matar el tiempo; esto me dio la oportunidad de ajustar la altura del asiento y las palancas para dejar mi F650GS como a mí me gusta, para que la moto se adapte a mí perfectamente.

Tan pronto como los guías del tour volvieron con nuestros pasaportes, se nos olvidó la flexibilidad inteligente de las GS y pusimos en marcha los motores. Cuando finalmente cruzamos la frontera, parecía que habíamos entrado a un mundo distinto: la gente era muy diversa, el paisaje lucía diferente y el olor de una aventura por venir estaba inmerso en el aire.

Hermosas carreteras llenas de curvas nos esperaban a lo largo de la costa rumbo a Chefchaouen: era el inicio de nuestra aventura. Se suponía que la ruta del día iba a ser completamente sobre asfalto, pero debido a una inesperada construcción, el día resultó en un entrenamiento todoterreno: al principio empezamos con unos cuantos kilómetros de slalom en hoyos, pero entre más avanzábamos más duro se ponía el terreno y pronto tuvimos que sortear caminos de terracería y piedras. Atrapados entre una enorme nube de polvo continuamos la expedición, la mayoría pudimos lidiar bastante bien con estas condiciones de manejo. La pequeña F650GS es ligera y fácil de manejar en terrenos difíciles, algo que le favorece a mi estilo de manejo.

Había trechos muy difíciles, incluso a los profesionales les costó trabajo adaptarse a la inestable superficie de la grava profunda. Para mí este fue un verdadero desafío. Con la mirada fija y los dientes apretados me agarré fuertemente del manubrio, me alegro de que nadie haya podido escuchar el latido de mi corazón al ritmo de la máquina.

Próxima parada: Marrakech. También conocida como la “Ciudad Roja”. Desde lejos ya se podía ver esta ciudad donde nos quedamos dos noches. Era nuestro día de descanso y fuimos a dar un paseo por la famosa zona de esquí Oukaimeden. Empezamos a subir por las sinuosas carreteras hasta la cima, unos 3,270 metros. Fue una expedición memorable.

Siempre que se podía nos deteníamos a disfrutar de la fantástica vista de los valles, así como no perdíamos la oportunidad de tomar fotos. Cada vez que nos parábamos, inmediatamente nos rodeaba gente que vendía collares, anillos y demás mercancías; incluso un hombre muy astuto le ofreció a una de mis colegas 4 mil camellos a cambio de mí.

Después de esta gran excursión, en la tarde hicimos un recorrido panorámico por la ciudad. Un guía local nos enseñó los lugares más importantes de la medina (la parte vieja de la ciudad) y nos llevó por un increíble laberinto de pequeños callejones donde se puede comprar una gran variedad de cosas de todo el mundo. Antes de regresar al hotel fuimos a la “Jamaa el Fna”, el lugar donde estaba la mezquita desaparecida; ahí vimos un espectáculo de acróbatas, domadores de serpientes, músicos y, por supuesto, cientos de marroquíes.

Después de cruzar los 2,260 metros de altura del paso Tizi-n-Ticha, a la mañana siguiente seguimos nuestro camino hacia Quarzazate para la próxima parada: los Estudios de Cine Atlas. Varias películas famosas como “Asterix y Obelix” o “Alexander” se han rodado parcialmente en estos estudios, de hecho algunos fragmentos de estas escenografías todavía están en exhibición, así como una simulación de Jerusalén que fue utilizada para la película “El Príncipe de Persia”.

Al otro día salimos anticipando una de las mejores jornadas para subirnos a nuestras motos, estábamos cerca de Boumalne Dades para llagar a nuestro próximo destino: Gorge Du Dades, el circuito más famoso y enredado del cañón de Marruecos. Curva tras curva, la belleza de este cañón nos fue envolviendo, cuando llegamos al final dimos media vuelta y recorrimos todo el camino de regreso, para asegurarnos de no dejar ninguna curva ni ninguna de las maravillosas vistas que ese lugar nos brindó.

Todavía estábamos en busca de aventura, así que decidimos visitar el Gorge Du Todra al día siguiente. Incluso los guías del tour no sabían si esto sería posible sin atravesar por un terreno complicado, pero nosotros estábamos ansiosos por averiguarlo. En el trayecto al cañón no vimos rastro de persona alguna, solo una que otra aldea, pero no hay tiendas, gasolineras o algún rastro de civilización, solo somos nosotros y la carretera. El asfalto estaba en perfectas condiciones, excepto por unos tramos cubiertos por agua donde el deshielo desborda los puentes, pero en general disfrutamos mucho de este viaje sin complicaciones.

Al otro día nos tocó un merecido descanso. Nos hospedamos en Erg Chebbi, a unos 71 kilómetros de Erfoud. Ahí pasamos todo el día en el hotel relajándonos en la alberca y disfrutamos de un paseo en camello por las dunas de arena del desierto del Sahara.

Cuando salimos por la mañana, el aire estaba bastante frío y el pronóstico del tiempo anunciaba condiciones lluviosas. Al llegar al famoso bosque de Bereber, cerca de Ifrane, estábamos totalmente empapados y la densa niebla que había nos impidió ver a los monos Bereber.

La puerta azul marca la entrada a la medina de Fes, la más antigua de las cuatro Ciudades Reales de Marruecos. Al igual que en nuestra visita a Marrakech, un guía local nos mostró los sitios principales de Fes como una madrasa (escuela del Corán) o la famosa talabartería. Y mientras disfrutaba del olor a menta fresca, me compadecía de la pobre gente que tiene que trabajar en esas condiciones de intenso calor y olor fétido todo el día.

Desde el comienzo de nuestro recorrido hemos visto muchas personas pobres, la mayoría en el campo pero también muchas en la ciudad. Los “afortunados” simplemente no tienen dinero, quienes realmente la pasan mal están paralizadas o deformes. Una vez, mientras íbamos por una larga recta vi algo que me estremeció hasta los huesos: un hombre sin piernas que se arrastraba por la calle apoyándose en sus brazos.

Los guías nos advirtieron que explorar las montañas del Rif podría ser peligroso y que teníamos que ir con mucho cuidado, sin embargo nosotros aún estábamos en busca de aventura, incluso en nuestro último día en Marruecos. Más allá de que las montañas del Rif son el centro del comercio de drogas de Marruecos, sus carreteras son un sueño para todo motociclista. El olor a hierba quemada está en todos lados, podemos encontrar traficantes en medio del camino y los más discretos se ponen al lado de la carretera a intercambiar sus productos. Y mientras vamos rodando de arriba a abajo por las colinas cubiertas de aceitunas, empezamos a sentir que nuestro viaje se acerca al final.

Como al principio de esta aventura en motocicleta, la frontera parece ser la puerta a un mundo secreto. Dejamos atrás esta fascinante e irrepetible aventura de Marruecos para volver paso a paso a la realidad. Y a medida que nos acercamos a casa, dejamos un pedazo de nuestro corazón en África para siempre.

Por Karin Gritsch

Directora Mercadotecnia Edelweiss

Traducción: Adiram Salmerón

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