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Rudy Gotes: Pionero del ala delta

Rudy Gotes: Pionero del ala delta

Pionero del Ala Delta

Rudy Gotes, de Valle de Bravo, México, es uno de los mejores pilotos en el deporte del ala delta.

A los 14 años de edad, ya estaba volando en el escenario más grandioso del mundo, el valle de Owens, “el valle de los records”. Hay mucho que admirarle a Rudy: en los últimos años él ha volado en muchos sitios, con una serie de personajes interesantes y ha logrado que funcione una escuela de ala delta en México.

Además de enseñar el ala delta, a Rudy le encanta volar en competencias.

Un deporte joven

El ALA DELTA es un aparato construido para planear, es decir, para realizar vuelos sin motor. El despegue y el aterrizaje se efectúan a baja velocidad, por lo que es posible realizarlos a pie.

En 1948 Francis Rogallo, ingeniero de la NASA, inventó el ala flexible, también conocida como el ala Rogallo, precursora del ala delta moderna.

Aquel invento no suscitó mucho interés hasta finales de los años 50, cuando la NASA buscaba un paracaídas controlable para el programa Apolo y aceptó investigar el ala flexible.

El proyecto de la NASA también consideraba la utilización del ala delta para remolcarla mediante aviones; como era dirigible, aprovechaban esa especie de papalote para transportar carga. En la revista Mecánica Popular se publicaron unas fotos del proyecto.

Los australianos crearon un papalote propio para remolcarlo de esa manera. La adaptación más exitosa se le debió al australiano John Dickenson, en 1963.

Durante la década de 1970, diversas compañías por todo el mundo comenzaron a producir copias ala delta de Dickenson. Gracias a ello, el vuelo libre se volvió popular como deporte de diversión y de competencia en muchas partes del orbe, especialmente en Europa, Australia, Nueva Zelanda y los EUA.

El Ala Delta aterriza en México.

En nuestro país, el vuelo libre en ala delta surgió a principios de los 70.  En el 74, Manolo Santos y su papá comenzaron a volar con estas diminutas aeronaves. Mi papá, mis hermanos y yo empezamos nuestros despegues en el 77.

En aquel entonces solamente lo practicaban unos seis o siete aficionados, esto significa que somos pioneros. Yo era un niño que empezaba a acompañarlos.

En el 78, a los 11 años de edad, emprendí mis primeros vuelos, cuando ya podía cargar el ala sin que me llevara el viento. Ese año empezamos a volar en Valle de Bravo junto con los diez pilotos precursores.

Durante mis comienzos en aquel novedoso deporte me limitaba a volar desde las lomas. Pero cuando empecé a volar de 300 a 400 metros, los veteranos me enseñaron lo que habían aprendido por ellos mismos, en la práctica. No había escuelas.

Mi papá tenía 40 años. Volaba planeadores, aviones sin motor; para ello, él formaba parte de un club con sede en el Estado de México.

Dejó de volar en los planeadores cuando se dio cuenta que empezaba otro interesante deporte. Donó su planeador y pronto se involucró con el ala delta: el primer día tomó clases con un chavo de 15 y otro de 14 años. Aquellos muchachos volaban planeadores, yo medio los conocía.

Los primeros campeonatos del mundo se celebraron en Austria, en el año de 1976. El hermano de uno de esos instructores le prestó un ala delta, y mi papá se rompió un brazo. “Estos chavos me van a matar”, decía. Pero aun así se compró un “papalote” que era como se le decía a las primeras alas delta; luego con todo y el brazo roto le enseñó el arte de volar a mi hermano de 16, quien progresó poco a poco, desde los vuelos de un metro a los de cinco y luego los de diez metros.

A mí me tocó ese tipo de enseñanza, basada en la prueba y el error. Ahora se enseña de forma diferente. Es más profesional y siempre se cuida que el alumno esté completamente preparado.

El deporte avanzaba y a los 11 años volé con un papalote más moderno, con principios de seguridad, aunque ni siquiera había paracaídas. Para el 79 volaba en Valle de Bravo; en ese entonces, en EUA había ocho mil aficionados, mientras en México éramos muy pocos, como 100 pilotos.

A los 18 me dediqué a dar clases. Había que promover e impartir las clases, compramos un ala para dos personas, el instructor y el pasajero. La Federación Mexicana de Aeronáutica reconoció el vuelo libre en ala delta. Sin embargo, el parapente es más famoso en México.

El parapente es un paracaídas que planea durante su descenso; en la especialidad de ala delta hacemos lo mismo, pero el ala delta es un avión que no se cierra en el aire. Tiene una vela de velero que aguanta más de mil horas. Estas alas tienen una vida muy larga y llegan a recorrer 140 kilómetros a 30 km por hora. Naturalmente, existen competencias: cada dos años se disputa un campeonato mundial, también hay campeonato panamericano, europeo y de Asia. Es apasionante y además es un deporte que nos mantiene en contacto con la naturaleza.

Un punto de vista más elevado

Es un deporte que te cambia la perspectiva: desde arriba ves el mundo diferente y  realmente puedes apreciarlo muy bien; eso te vuelve más consciente para cuidar a la naturaleza.

Llevo años volando para el campeonato mundial ala delta, que nunca se ha disputado en nuestro país. Después de 36 años quiero echarle ganas para representar a México, del 28 febrero al 12 de marzo, que es cuando finalmente este gran campeonato llegará a nuestra tierra.

Es necesario que los patrocinadores y medios de comunicación sepan que existe este deporte, que sigue habiendo cien pilotos, pero también que si llevamos a más gente para que experimente la emoción de volar el ala delta, la experiencia lo estimulará para que desee poder vivirlo en forma regular. Es un deporte para las personas que tengan esa ilusión de despegar los pies de la tierra, de ser más libres y naturales.

Sirve para romper miedos; como terapia ayuda mucho, aunque al principio se sienta un poco de temor, no produce vértigo. Si estoy en un edificio siento vértigo, pero volando no.

Es sólo cuestión de romper el miedo a lo desconocido. Pero no vas a salir volando, es más una cuestión de cumplir un sueño que de tener miedo. Yo tengo un equipo con cinco pilotos, quienes llevamos nuestras alas a volar. Y es que a todos nos emociona la sola idea de volar, por algo son tan populares los personajes que poseen ese don. Quien despega una vez en ala delta, querrá ser piloto para siempre.

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