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Tania Hope y Joshua: madre e hijo al fin del mundo en bicicleta

Todo comenzó con el sueño de su hijo por querer viajar en bicicleta

Todo comenzó con el sueño de su hijo por querer viajar en bicicleta y ver por sus propios ojos a los pingüinos en su hábitat natural, y qué mejor compañera de aventuras que tu propia madre, un viaje desde México hasta la Patagonia, que duró 2 años.

Tanto Tania como Toti (como afectuosamente Tania llama a su hijo) emprendieron una aventura en la que se demostraron a sí mismos que para lograr tus objetivos solo hace falta convicción y confianza.

¿Por qué la bicicleta como medio de transporte existiendo otros tantos que seguramente les facilitaría la aventura?

Para mis ojos la bicicleta es el vehículo más noble y maravilloso que existe. No solo porque es amable con la naturaleza, sino porque te permite descubrir las entrañas de la vida: Te enseña a escuchar y a estar atento, te permite conocer cosas de ti que jamás imaginaste, conoces a fondo los caminos que transitas, te da la oportunidad de llegar a rincones inimaginables, al ir despacio te permite interactuar con más personas y aprender de sus costumbres y tradiciones, mientras pedaleas te enseña las lecciones más importantes de la vida y aprendes a valorar las cosas más simples, descubres lo que es la libertad y el ser dueño de tu tiempo y vida.

Sin ser menos, la satisfacción al lograr lo que soñaste será directamente proporcional al esfuerzo que pusiste para lograrlo, porque el cuerpo humano es maravilloso y capaz de llevarnos hasta donde nosotros queramos. Y siendo más vánales no hay sensación más increíble que sentir el viento en la cara, mientras llenas tus ojos de paisajes increíbles, tu corazón de sensaciones y tu mente de memorias. Por todo esto, para mí, la bicicleta es la mejor maestra de vida.

¿Qué características debe cumplir una bicicleta para recorrer distancias tan extremas como la que emprendieron?

Algo que aprendimos en el viaje fue que la bicicleta no hace al ciclista. Es verdad que contar con una bicicleta adecuada facilita las cosas, pero lo que realmente te lleva lejos son las ganas de cumplir tus sueños. Salimos con unas bicicletas de segunda mano, muy sencillas pero resistentes.

Al no ser ciclistas y saber prácticamente nada de bicicletas teníamos que llevar unas bicis básicas qué nosotros mismos pudiéramos reparar y que encontráramos repuestos en cualquier lugar de Latinoamérica. Pero creo que el factor más importante y que me hizo tomar la decisión de qué bicis llevarnos, fue que no llamaran la atención, al ir sola con mi hijo lo más importante para mí era nuestra seguridad y claro, evitar tentaciones de robo.

¿Qué tanta cultura cívica que se tiene por el ciclista en otros países, dónde se tiene más respeto por el cicloviajero?

En Latinoamérica estamos en pañales en el tema del ciclismo. Falta mucho para que haya una verdadera educación vial y un respeto al ciclista como el que hay en Europa, por ejemplo.

Por suerte cada vez somos más locos defendiendo esta forma de movernos y creo que ha habido un avance importante en los últimos años.

El sureste mexicano nos sorprendió con su amabilidad y respeto, al igual que en el sur de Chile donde están acostumbrados a recibir un gran número de cicloviajeros al año. Centroamérica y Perú fueron los lugares donde realmente tuvimos miedo y hubo que extremar precauciones.

¿Cambió algo en su relación afectiva durante y después de su travesía?

En el viaje me di cuenta de la importancia del tiempo de calidad, vivimos en un momento donde las relaciones humanas se dan a través de una pantalla. Se está perdiendo la palabra y la autenticidad de las personas.

Estamos cada vez menos conectados con nuestros sentimientos y la naturaleza.

Y aunque antes del viaje Toti y yo ya teníamos una buena relación, el hecho de tener muchas horas pedaleando hombro a hombro me dejaba ver lo feliz que lo hacía ser escuchado, mirado y amado.

Hoy nuestra relación es más fuerte que nunca. Sabemos que esta experiencia nos abrió los ojos para ver la vida de otra manera y entender lo que significa el amor incondicional de madre e hijo.

Es natural que en ciertos momentos existan diferencias de opiniones, ¿Cómo es que vivieron esto durante su viaje?

Una de las cosas que más me preocupaban de viajar sola con mi hijo de 12 años era que algo me pasase y él no supiera qué hacer.

No era un tema muy bonito, pero había que hablarlo y planear la estrategia.

Nos enseñaron primeros auxilios, le enseñaron técnicas para cargarme si fuera necesario. Teníamos un silbato de emergencia por si tenía que llamar la atención. Sabía que tendría que llamar a su abuela y guardar los pasaportes y el dinero con él.

Otra cosa muy importante es la comunicación, sabíamos los dos que este viaje tenía que ser un disfrute para ambos, no se trataba de sufrir ni de pasarla mal, en cualquier momento estaba abierta la posibilidad de volver si no nos sintiéramos bien.

Durante el primer año Toti nunca se quejó, disfrutábamos mucho. Pero de pronto comenzó a sentirse cansado, comenzó a hablar más con sus amigos y empezaba a extrañar su vida cotidiana, tenía ganas de vivir cosas que estaban viviendo sus compañeros de escuela, tenía ganas de estar con gente de su edad y sobre todo estaba cansado de que todo el mundo le preguntara por el viaje.

Continuamente decía “¡Quiero ser normal!”. Se preguntaba por qué toda la gente le hablaba como si estuviera haciendo algo extraordinario, si él solamente pedaleaba.

Él nunca se sintió alguien especial por hacerlo, solo veía que estaba cumpliendo su sueño. Lo hacía por y para él, nunca se dio cuenta del impacto que producía en los demás.

Cuando algo le molestaba lo hablábamos y llegábamos a acuerdos.

A veces era suficiente comer y descansar para resolver las cosas. Pero el hecho de que estuviera tan cansado (además de la pandemia) nos hizo parar en Ushuaia, donde terminaba su sueño. Le había prometido que cuando se cansara volveríamos a casa y así lo hicimos.

¿Cuáles han sido sus mejores y peores anécdotas durante su travesía al fin del mundo en bicicleta?

Uno de los momentos más maravillosos del viaje fue una experiencia que parecía que terminaría mal y que terminó siendo una gran lección de vida. Nos quedamos atrapados en un parque nacional, incomunicados y con mi bicicleta rota.

Habíamos calculado comida y agua para los 6 días que duraría la travesía. Al romperse el desviador de mi bicicleta, y sin la herramienta para arreglarlo, esos 6 días se convirtieron en 20. Fueron 200 kilómetros caminando, empujando y jalando mi bicicleta por varios terrenos, desde ripio, arena, salares y asfalto; cada día con menos agua y menos comida nos hicieron reflexionar sobre la importancia de estar unidos y cuidándonos.

No lo hubiéramos logrado sin la ayuda de toda la gente que apareció en nuestro camino y de los dos cicloviajeros que viajaban con nosotros en ese momento, nos mostró el compañerismo, el amor, la generosidad, la amistad y sacó lo mejor de nosotros. ¡Fue nuestra graduación como cicloviajeros y nos convirtió en guerreros!

Por otro lado, el tercer día de viaje nos tocó cruzar entre dos volcanes (el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl). Teníamos que subir 1200 mts en 20 kilómetros. Fue un momento muy duro que nos hizo replantearnos continuar. Sabíamos que después de cualquier subida siempre viene una bajada, y esa motivación nos ayudó a no detenernos. Para nuestra sorpresa, cuando comenzó el descenso, nos dimos cuenta de que la bajada era aún más difícil. Esa fue nuestra primera prueba y la superamos bien… ¡Eso nos dio mucha fuerza para seguir!

Nuestra táctica fue ponernos pequeñas metas y una vez cumplidas preguntarnos si seguir a la próxima. ¡El viaje siempre sacó lo mejor de nosotros, la fuerza que no sabíamos que teníamos y eso hizo que llegáramos hasta el final!

¿Qué recomendaciones harían a los cicloviajeros que deseen emprender una experiencia tan extensa como la de ustedes?

¡Creo que lo más importante para realizar un viaje de esta magnitud es tener ganas! Porque habrá muchos momentos en los que te preguntarás ¿En qué momento se me ocurrió esta locura? Y solo si realmente deseas lo que buscas podrás continuar tu camino.

A nosotros nos funcionó fijarnos pequeñas metas. Sea largo o corto el viaje, si en el camino tienes lugares que te interesen será mucho más divertido y te parecerá más fácil.

Es importante una bici que te acomode, recuerda que pasarás muchas horas sobre ella. No tiene que ser nueva ni la más cara del mercado, ¡solo cómoda! Un consejo muy importante es que menos es más. Entre menos cosas cargues la pasarás mejor.

Un día a la vez, cada día que agarres la bici habrás hecho más que si no hubieras salido, ¡así que cada día estarás cumpliendo tu meta!

Cuando empieces a pedalear, olvida tu meta, el camino es el viaje; disfrútalo.

No hagas caso a la gente que te quiere boicotear, a la gente que te dice que tienes que ser ciclista profesional para lograrlo. La condición se gana en el camino. Has tu viaje como te apetezca, la cosa es disfrutarlo. Escucha a tu cuerpo y define que es lo mejor para ti y que te hace más feliz.

¡Siempre has caso a tu intuición! Un viaje así es único, aunque lo volvieras a recorrer por el mismo lugar nunca será lo mismo, disfruta cada metro, cada paisaje y cada persona que se cruce en tu camino… ¡Y sobre todo sé muy feliz!

El recorrer el mundo con un hijo menor de edad, no es fácil por muchas razones, ¿En algún punto dudaron en hacerlo?

Este viaje comenzó con el deseo de cumplir el sueño de Toti, incluso el hacerlo en bicicleta también fue idea de él.

La bicicleta era algo que nos unía desde que él era muy niño, disfrutábamos mucho de los paseos y era nuestro medio de transporte en la ciudad.

Gracias a unos amigos descubrimos lo que era el cicloviaje. Nos contaron tantas aventuras que nos despertaron la curiosidad y de ahí salió la idea de hacerlo por ese medio.

Teníamos tanta ilusión de hacerlo realidad que jamás pensamos la dimensión del proyecto. La planificación del viaje fue en conjunto, ilusionados, buscábamos lugares increíbles para descubrir en el camino. Podría decir que en todo momento él estuvo convencido y feliz de hacerlo y aunque cada uno lo hacía por un motivo distinto, fue un proyecto de madre e hijo desde el principio.

¿Cómo se maneja la situación cuando dudas o quieres desistir de alcanzar la meta?

Para mí, lo más importante es estar conectado con lo que quieres, nunca hacer algo que no te apasione. Muchas veces cuando estábamos cansados o con hambre veíamos las cosas más difíciles y pensábamos en abandonar. Pero como nuestras ganas de lograrlo eran más grandes, una vez descansados volvíamos con más fuerza.

En todo el viaje tuvimos solo dos momentos de querer desistir. La primera fui yo, recuerdo que pedaleábamos por la cordillera Peruana, una zona extremadamente hermosa pero demasiado exigente.

Llevábamos varios días empujando las bicicletas por caminos complicados de terracería. Eran subidas muy empinadas que no nos dejaban pedalear.

El cansancio y el mal comer me estaban haciendo estragos. Despertaba a media noche con calambres interminables que no me dejaban conciliar el sueño de nuevo.

Fueron varios días extremos que me cobraron factura de golpe y troné. Lloré mucho, porque mi corazón quería seguir, pero mi cuerpo no podía más.

Esa tarde hablé con mi familia y después de sacar todo mi sentir, un nuevo aire de energía entró en mí y pudimos continuar.

Con Toti fue diferente, él siempre tenía energía, su problema fue que empezó a extrañar mucho a la familia y amigos.

Estábamos en Chile, nos faltaban unos 2000 kilómetros para llegar a Ushuaia, veníamos sin descanso y administrando el poco dinero que nos quedaba. Estábamos comiendo prácticamente puro arroz y sándwiches… Nutricionalmente, estábamos ingiriendo menos de lo que nuestro cuerpo necesitaba y estábamos hartándonos.

Toti estaba creciendo y eso le daba aún más hambre. Fue un momento muy difícil, Toti ya no podía más, quería estar en México, tener a sus amigos y comer rico. Eso no lo dejaba ver que estaba a nada de cumplir su sueño.

Pero una rica comida y una siesta le dieron energías para terminar ese día. Después los dos nos animábamos. Ambos estábamos cansados, pero logramos enfocarnos en todo lo positivo que nos estaba regalando el viaje… incluso el vencer a nuestra mente del querer abandonar… ¡Nos volvimos unos verdaderos guerreros!

Imaginamos que ver una meta concluida tan extrema como la Patagonia debe ser un cúmulo de sensaciones muy particulares, ¿Cómo es que lo vivieron, qué se dijeron el uno al otro al ver ante sus ojos tan imponente paisaje?

Después de más de 450 días de aventura entramos a la Patagonia, el último tramo de nuestra travesía. Veníamos agotados porque queríamos ganarle al invierno, no teníamos mucho tiempo y aún nos faltaban 1500 kilómetros para llegar a la meta.

Los paisajes que nos regaló ese último tramo quedarán guardados en nuestra memoria para siempre. Hermosos glaciares nos acompañaron para cerrar con broche de oro el viaje de nuestra vida.

Pero aunque nuestros ojos disfrutaban del espectáculo, nuestro cuerpo sufría los estragos del esfuerzo de pedalear por una de las zonas más crudas del mundo, una zona donde no crece nada por los vientos helados capaces de voltear tráileres, había que recorrer largas distancias entre población y población. En una ocasión nos enfrentamos a un viento en contra de 80 km/h, un reto frustrante que nos agotó y no dio tregua. Al llegar a Ushuaia nos invadió una mezcla de emociones. Por un lado, la felicidad de darnos cuenta de lo que fuimos capaces de hacer y por otro, la inmensa tristeza de que el viaje llegaba a su fin.

Estuvimos a punto de no concluir el sueño por falta de presupuesto.

Pero gracias al apoyo de mucha gente que seguía nuestro viaje logramos cumplir el propósito.

Toti soñaba con poder abrazar a los pingüinos y todos esperábamos que pudiera hacerlo, pero se tuvo que conformar con verlos a 1 metro de distancia, porque son animalitos agresivos. Ver su cara emocionada al poder darse cuenta de que todo su esfuerzo había valido la pena, me sacó algunas lágrimas. Este viaje fue una gran lección de vida, pues aprendió que todo sueño es posible si te esfuerzas por conseguirlo.

¿Qué sigue después de recorrer el fin del Mundo, tienen ya fijada la próxima meta?

La idea inicial siempre fue terminar en Brasil para completar Latinoamérica, pero la vida quiso que paráramos al llegar a Ushuaia. El cansancio y la pandemia nos obligaron a volver a México.

Honestamente, pensamos que este descanso sería de un par de meses y volveríamos con más fuerza a concluir nuestro viaje, pero como sabemos esto se ha ido de largo y nos ha hecho modificar nuestros planes.

De momento nuestros planes son pedalear México, tenemos un país maravilloso lleno de rincones por descubrir, así que no es poco.

Por su lado, Toti se ha metido de lleno y a nivel profesional al ciclismo de montaña, así que está entrenando muy duro y compitiendo para lo que parece ser su nuevo sueño. Nos queda pendiente terminar Latinoamérica y poco a poco ir dándole la vuelta al mundo.

¿Podrían hablarnos uno de su proyecto HOPETRIP y lo que pretenden comunicar con ello?

Hopetrip se volvió la esperanza de muchos por cumplir sus propios sueños, muchas personas, sobre todo mujeres, se acercan para escuchar ese ¡Sí, se puede, hazlo!

Me he convertido en ese empujoncito que necesitamos para dar el paso y animarnos a hacerlo.

Honestamente, nunca pensé que apoyar a mi hijo en esa locura moviera tantas cosas.

Hoy estoy completamente agradecida, porque lo que la gente no sabe es que para mí todos esos comentarios de apoyo que me hacían en las redes fueron cruciales para que lográramos terminar. Nunca nos sentimos solos, sabíamos que teníamos a muchos siguiendo nuestros pasos y sobre todo apoyándonos. Por eso es que siempre estoy al pendiente de devolver de una u otra manera lo que recibimos.

Por otro lado, tenemos algunos proyectos personales como las campañas de recogida de basura, cicloviajes en grupo y por supuesto terminar el libro que estamos escribiendo.

¿De qué manera han sobrellevado la pandemia y cómo afectó a HOPETRIP?

La pandemia fue un golpe duro a todos nuestros planes, pasamos de pedalear entre glaciares a encerrarnos en un departamento solo rodeado de asfalto. Los primeros días, ese encierro nos sirvió para recuperarnos, pero con el pasar de los días y al ver más lejana la posibilidad de volver a retomar el viaje tuve que replantearme lo que seguiría.

Hopetrip es cicloviaje, son aventuras y son sueños. Encerrados lo único que podíamos hacer era plasmar lo que nos había enseñado el viaje, fue por eso que comenzamos con el libro.

Junto con más cicloviajeros y viajeros en general, hicimos lives para hablar de las experiencias y motivar a más personas a soñar. Ya con más de un año de pandemia y el mundo aún detenido, tenemos muchos planes cuando se abran fronteras, los sueños se multiplican y la necesidad de vivir intensamente también.

¡SIGAN LAS TRAVESÍAS DE MADRE E HIJO A TRAVÉS DE SUS REDES SOCIALES!

Facebook: Hopetrip

Instagram: hopetrip.mx

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