Planear un viaje es una excelente manera de disfrutarlo aún antes de que se viva la experiencia en sí misma. Es de alguna forma empezar el recorrido en nuestra mente y más allá de ésta, donde una serie de deseos se conjugan con la esperanza de verlos materializados en un futuro cercano. Madurar estos conceptos nos permite conocer el recorrido y en cierto modo iniciar el conocimiento de los lugares que habremos de visitar aun antes de llegar a ellos. La Geografía juega un papel importantísimo en estos asuntos; no importa cómo nos la hayan inculcado en la escuela, ahora las circunstancias son completamente diferentes, porque precisamente todo este planteamiento se vuelve, de alguna forma, eso: un juego.
Tras haber disfrutado de viajes en moto por casi tres décadas, puedo afirmar que mientras más se planee un viaje, más le disfruta. Hay quienes sostienen que la moto es libertad y no quieren verse enfrascados en un itinerario porque los restrige el tomar decisiones como les venga en gana. Yo respeto a los compañeros que defienden esta filosofía. Simplemente mi forma de viajar es otra.
Hay muchos factores muy interesantes que interfieren en nuestros planes, de modo que incluso cuando lo planeemos lo más específicamente posible, siempre habrá un sinnúmero de sorpresas, de tal suerte que nuestra aventura por ningún motivo será aburrida.
Planear un viaje en moto tiene poco que ver con la distancia que habremos de recorrer. Ir a Acapulco requiere de nuestra atención tanto como ir a Nueva York, sobre todo si al primer destino estamos pensando en llegar por una ruta no convencional. Ciertamente si nuestro destino se encuentra más lejos, habremos de tener más factores en cuenta, pero igualmente representa una aventura desde el momento en que le confiamos a nuestros más allegados compañeros motociclistas: oigan …¿ qué tal si vamos a … ?
Volviendo un poco a los factores a considerar, recomiendo concebir nuestra o nuestras rutas un poco a “nuestra medida” o “de nuestra talla”; y con esto me refiero no sólo a nuestra constitución física, sino también a nuestra experiencia y a las características de nuestra moto. Si somos principiantes, una moto de 250 a 500 c.c. es más que suficiente para divertirnos a lo grande en un viaje de tres o cuatro días a un destino entre los 200 y 400 km., por citar una referencia. No es nada prudente para los principiantes realizar un viaje a Alaska en una 1200, y de igual manera, es una imprudencia monumental que, siendo expertos; nos hagamos acompañar por principiantes en una aventura de esta talla.
He sabido de compañeros que se quieren comer el mundo con su primera moto. Eso sólo se ve en las películas y en uno que otro caso, muchos de los cuales acaban en accidentes de trascendencia muy lamentable. Planear nuestro trayecto al viajar en moto constituye un importante factor de seguridad, además de lo comentado, que nos permite disfrutar de muchas vivencias desde antes de iniciarlo. Pero siempre nos encontraremos con muchas más cosas que no están en los libros, ni en los mapas, ni en Internet. Hay veces que entramos literalmente dentro de una nube en la cima de una montaña, y esto constituye una experiencia única: manejar dentro de la niebla es como un paseo entre las nubes, y eso no viene en ningún mapa. También nos encontramos con colores, e incluso olores, que jamás habíamos experimentado. Y ni qué decir del clima: frío, seco, húmedo, caluroso, airoso, etc.
La naturaleza nos ofrece una cantidad infinita de sorpresas al viajar en moto, y palpar las diferentes culturas que habitan el mundo a través de nuestras incondicionales de dos ruedas, es un privilegio que pocos pueden darse.
“El buen motociclista no es el que maneja rápido, sino el que maneja seguro”.