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Andreas Girschik: De regreso a México en sidecar

De regreso a México: Un viaje en sidecar

Después de cinco años en Jamestown, N.Y., EUA, mi compañía nos trasfirió a Saltillo, México. Con aquel cambio se cumplió un sueño, para el cual había yo construido una moto con sidecar: viajar a Alaska. La preparación del viaje Búfalo-Alaska-México empezó en diciembre 2015, luego de que probara la moto con Sidecar en un viaje a Nueva Escocia, Canadá.

Teníamos dos meses para el recorrido. El 3 Julio de 2016 dejé a mi esposa y unos buenos amigos en Jamestown; sabía que no iba a regresar. Manejé al oeste, siempre por el HWY 90. El norte de los EUA es un poco aburrido, los paisajes son planos y ya habíamos visitado sus ciudades.  Mandar la moto al Glacier National Park, para partir desde ahí, exigía un costo  muy alto, así que decidimos tomar la ruta 90. Los primeros días demandaron diez horas de manejo.  Irónicamente, cuando llegué a Jamestown, Dakota del Norte,  se me descompuso la moto tras una tempestad.

El sensor de ignición para las bujías falleció y la única agencia de BMW estaba en Dakota del Sur, a 300 millas, en Sturgis, muy famosa por su reunión anual de motos. Ahí la agencia reparó la moto en tres días, mientras yo conocía el pueblo. Me encontré con un grupo de motociclistas BMW de México; también iban a Alaska.

El sábado 9 de julio reanudé mi ruta hacia Canadá-Alaska. En el HWY 191 me rebasé varias veces con un camión rojo. En Eddies Corner tenía que cargar gasolina y el camión también; el camionero resultó un paisano alemán, nos tomamos un café y platicamos sobre nuestros tiempos en Alemania y la diferencia viviendo en los Estados Unidos.

El lunes llegué al Glacier National Park. Tomé la Ruta 2 a Columbia Falls. En la ruta me encontré con los mexicanos de Sturgis. Al siguiente día tomé la 93 para entrar al Canadá. En Rosseville crucé a la Columbia Británica y seguí por la 93 hasta Cranbrook. Ahí tuve que comprar una nueva  llanta trasera. Al mediodía llegué al Parque de Banff. Cada curva revelaba una nueva vista de las montañas majestuosas, glaciares con nieve. El HWY 93 se convierte en el HWY 1. De regreso en la 93, ésta me llevó a Jasper, donde tomé la HWY 16 hacia el oeste, a Prince George.

Prince George hacia 1900 era un importante centro ferroviario y postal; por el río Fraser llegaban además los barcos del Sur. Tomé la ruta HWY 97 hacia Dawson Creek. Hallé tramos en reparación y congestiones.

En Fort Nelson, la 97 se dirige al oeste y entra en las Montañas Rocosas. Las curvas son incontables y el paisaje  imponente. Por suerte me tocó un sol precioso. Cada día, tras ocho horas en la moto, había que acampar. En Muncho Lake encontré una casa con la bandera suiza y vista al lago. Ahí me alojé y cené un menú suizo con cerveza alemana.

Carrera contra el tiempo

Revisé mi ruta: me faltaban dos mil km para llegar a Anchorage y era el 14 de julio. Sentí un poco miedo de no cumplirle la promesa a mi esposa: recogerla el 19 de julio en el aeropuerto de Anchorage. Las distancias por día se redujeron de 800 km a 450 km. Mi próxima meta era Whitehorse en Yukón, a 800 km. Pero no conté con el tiempo: las reparaciones de carretera y los aguaceros me detuvieron antes de mi meta. Entré a Teslin; un japonés me invitó a entrar en su casa. Me dio mucha pena. Yo estaba mojando  su entrada, donde estaba escrito “Por favor, deje aquí sus zapatos”. Por fin me quedé en el Bed and Breakfast.

Salí el 15. Aún llovía. A 25 km de Whitehorse, mi moto empezó a fallar. Me paré a revisarla, ya no encendió. La empujé a un estacionamiento seguro, frente a un taller para camiones. Un mecánico muy amable me dijo que en Whitehorse había un taller de motos, pero no creía que tuvieran la pieza para BMW. En mi frustración empecé desarmar la moto para ver si hallaba un cable o contacto suelto. Encontré mucha agua entre los contactos. Con una manguera de aire del taller los sequé y enseguida arrancó la moto. El agua que salpicaba la llanta frontal era el problema; con una pieza de hule le alargué su guardabarros. Como cayó más lluvia, decidí pasar la noche en un hotel de Beaver Creek.

En la mañana del 16 de Julio crucé la frontera de Alaska. Mi pasaporte estaba empapado. El guardia me preguntó qué era aquello. Le conté de las lluvias. Después de una larga discusión me dejaron pasar. Desde Whitehorse la carretera se llamaba el Alaska HWY que me llevaba a Tok. Ahí  cargué gasolina y almorcé en el foodcar de unos mexicanos. Servían una comida muy sabrosa. La señora me recomendó ir a Valdez. Su sobrino tenía un hotel y ella me reservó la noche. Por el camino caían más aguaceros. Siempre temía que la moto se apagara, pero con la modificación no hubo ya ningún problema. En la noche llegué a Valdez. Ahí no se congela durante el invierno; por ello en el tiempo del oro fue un puerto muy importante; en la era del petróleo también. Su gran refinería recibe el petróleo de la Trans-Alaska-Pipeline.

El 17 de julio fui a un glaciar a través del Thompson Pass, los últimos testigos de la era de hielo. Desgraciadamente con el cambio climático se están derritiendo y en unos años desaparecerán. Había muchas cascadas alrededor del paso, por los glaciares.

El lunes salí hacia Anchorage. En la noche llegué al hotel entre hippie y moderno que mi esposa reservó para nuestro encuentro. Nos dieron la habitación de los enamorados, ¡perfecto! En el hotel me encontré con otro motociclista alemán que también tenía muchas historias de contar.

Arreglé la moto para que mi querida esposa viajara en el sidecar. Llegó la noche del 19 de julio, en el vuelo de Houston, un poco cansada, pero con mucho ánimo para la siguiente etapa de la aventura, Alaska.

El plan era visitar los parques en Alaska y volver en el ferri al sur. Partimos de Anchorage a Whittier, un paseo junto al mar. A medio camino el tráfico aumentó por doquier; unos helicópteros llevaban sacos de agua. Resultó que un área del bosque se estaba quemando.

Los caminos del oro

El 24 de julio atravesamos el Thompson Pass. En Tok almorzamos en el Foodcar de los platicadores mexicanos. Como había llovido mucho nos recomendaron tomar la ruta de los mineros del oro hacia el norte.

En Tok nos fuimos al este y en Tetlin Junction subimos al norte. Las noches de Alaska duran unas tres horas en esa época. La HWY 5  se convirtió en una terracería. Llegamos en la noche a Chicken, fundado en 1902 por unos mineros. La zona turística ofrece un día para buscar oro.

La lluvia nos seguía camino a Yukón. A la moto  le comenzó a sonar algo. Era una grieta en el parabrisas. Con cinta diurex solucioné el problema.

Dawson City es un regreso al tiempo de los mineros. Fue la capital de Yukón hasta 1952 y el centro del Klondike Gold Rush, donde los mineros podían comprar y cambiar el oro. Tras la II Guerra Mundial, la ciudad fue abandonada, hasta que  en 1978 la industria del cine la descubrió. Hoy vale la pena visitarla por su autentica representación del siglo XIX.

Después de dos días nos dirigimos a Whitehorse, capital de Yukón, por el Klondike HWY, la ruta de los mineros hacia el norte. En Whitehorse  visitamos un museo de mamuts y el río Yukón.

Seguimos el Alaska HWY hasta Haines Junction, lo que nos llevó a un paso con una altura de más de 3,000 metros. La temperatura bajó a 0°C.

La temperatura aumentaba conforme descendíamos al nivel del mar, hacia la garita de los EUA. En Haines fuimos a la feria, con comida, bailes y competencias que nunca habíamos visto. La mayoría de la gente es del estilo hippie. En el cercano Chilkoot State Park se puede ver cómo los osos cazan salmones;  el Chilkat State Park tiene fiordos y glaciares.

El 31 de julio nos subimos al ferri para conocer la costa de Alaska. Paseamos entre las islas y tocamos los puertos de Juneau, Petersburg, y Ketchikan hasta Prince Rupert. Avistamos ballenas y lobos del mar.

A las siete de la mañana  llegamos a Prince Rupert, desayunamos en Tim Horton y tomamos el HWY 16 a Prince George. Los paisajes nos hicieron olvidar la distancia de 750 km. De Prince George partimos temprano a Vancouver. Los 800 km se nos eternizaron después del día anterior. A cada rato paramos para descansar. Los lugareños nos recomendaron tomar la ruta 99 hacia Vancouver por Whistler, sede olímpica de 2010.

La ruta 99 es espectacular, una carretera hecha para la moto, con paisajes impresionantes y una curva tras otra. En la noche llegamos a Vancouver y al tráfico. Guardamos la moto y nos movimos en metro.

El puerto de Vancouver es el tercero más grande de América. Es muy cosmopolita. En el Museo de Arte había una exhibición de Picasso. Visitamos  Granville Island, China Town y Down Town.

El 8 de agosto fuimos en ferri a Victoria, capital de la Columbia Británica. Es hermosa, con el Palacio Municipal en medio del puerto, rodeado de jardines. Salimos en ferri a Port Ángeles y de ahí a Seattle, entre niebla y lluvia.

La ruta de los grandes parques

El 10 de agosto nos fuimos a Buckley, para el mantenimiento de la moto en el taller de Alyxmoto. Estábamos atrasados por cinco  días. Resolvimos manejar tres días para llegar al Parque Yellowstone.

El parque en sí es muy bonito y lo disfrutamos, hasta vimos una manada de Búfalos. El problema es la cantidad de gente y de vehículos.

En la enorme Salt Lake City pedí las balatas BMW. De ahí salimos hacia Moab, y en plena ruta el Sol cambió el color de la tierra y los cañones a un rojo nunca antes visto.  Fotografiamos el increíble espectáculo.

La temperatura llegaba ya a los 40°C; entramos al parque de Los Arcos  para ver el ocaso. Del estacionamiento hay que caminar hora y media. Ya estaba obscureciendo, pero aún era una experiencia fenomenal.

Canyonland, es un parque igualmente hermoso pero muy caliente.  Aprovechamos unas nubes para llegar al Capitol Reef. El campamento estaba en medio de una plantación muy sombreada.  Ahí cambiamos las balatas de los frenos y paseamos por las instalaciones de la plantación.

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