Don Ernesto Obregón: Las siete vidas de un Chamuco

Don Ernesto Obregón: Las siete vidas de un Chamuco

BMW moto club Boxer Guadalajara

Por su dominio de la motocicleta, don Ernesto Obregón parece un profesional de los caminos, y por su puntualidad, parece un dandi inglés. Siempre llega a más tardar a las 7:36 con el tanque lleno, listo para ponerse en camino a las ocho con los otros miembros del Moto Club BMW tapatío. Cuando se quita el casco, los bigotes de aventurero y la sonrisa revelan su identidad: es El Chamuco, símbolo del motociclismo en Guadalajara.

Aunque nació en la Ciudad de México, el 26 de junio de 1937, halló su sitio como profesional y motociclista en Guadalajara, Jalisco.

En la infancia le atraían ya las ruedas: “Me gustaban mucho los patines”. Sin embargo, el mejor recuerdo de aquellos primeros tiempos eran los viajes a la playa: “El viaje a Acapulco, dos veces por año, con mi papá”.

A los patines le siguieron las primeras ruedas motorizadas: “A los catorce años, mi papá me regaló una moto, una Lambretta. Y con esa Lambretta me largué a Acapulco”, rememora el veterano motociclista.

Las Lambretta eran competidoras de las Vespas, las máquinas que movilizaron a la Italia de la posguerra. No eran precisamente para largas distancias ni para la autopista. Eran motonetas para iniciarse en el arte de moverse sobre dos ruedas.

“Cuando regresé, mi papá vendió la motocicleta y me dio una paliza… Se acabaron las motos.”

BM: ¿Cuántos centímetros cúbicos tenía la Lambretta?

EO: 125.

BM: ¿A los 14 años se fue sin permiso a Acapulco en la Lambretta?

EO: Sí, con unos cuates, dos amigos. Pero sin permiso.

BM:¿Vivía en la Ciudad de México?

EO: Claro, en la Lindavista.

Para esa época –los años cincuenta– la colonia Lindavista era una de las más modernas y agradables de la capital. Originalmente inspirada por Beverly Hills, contaba con residencias estilo californiano, frecuentemente sombreadas con palmeras, como los camellones de sus principales avenidas, Montevideo e Instituto Politécnico Nacional. Tuvo uno de los primeros centros comerciales, vecino del gran cine Futurama. Cerca del Deportivo “Miguel Alemán” vivía el compositor Roberto Cantoral, que le dio la vuelta al mundo con “El reloj” .

BM: ¿Salió sin despedirse?

EO: Bueno, dije que iba a dar la vuelta en la moto…

BM: ¿Cuántos días estuvieron en Acapulco?

EO: Cuatro, ya me andaban buscando en la Cruz Roja… Me pusieron una paliza.

BM:¿Fue entonces cuando le nació el gusto por la motocicleta?

EO: No, eso fue de toda la vida. A la escuela iba yo en bicicleta, ya cuando me compraron la Lambretta iba en ella a la escuela. Cuando me vendió mi papá la Lambretta, volví a irme a la escuela en la bici.

BM: Ya nunca más me compró nada, hasta que junté dinero para comprarme una Horex 350, a los 17 años.

EO: La marca alemana Horex fue famosa por su modelo 350 Regina; su historia comenzó en los años veinte; en 1960, la corporación Daimler-Benz absorbió a la compañía y descontinuo las motocicletas; en el siglo XXI se ha intentado revivir la vieja línea. Don Ernesto, sin embargo, no parece muy satisfecho con el recuerdo de aquella Horex, ni con el de sus sucesoras.

¡Mala hasta decir ya no! ¡Se descargaba continuamente! Después tuve una Triumph. Luego tuve una BSA (Birmingham Small Arms, una marca ya desaparecida), luego una Norton y una Royal Enfield… ¡Puras porquerías! A todas les sudaba el motor, todas tiraban aceite.

Los golpes del camino

BM: ¿Cuál fue su primera BMW?

EO: La compré en 1968. Un amigo mío me dio el aval para poder pagarla en abonos. ¡Tiene historia esa motocicleta!

BM: Era usted muy amigo de Hermann Rowold.

EO: Era muy amigo mío; Hermann me ayudó a comprar mi moto, me dijo que le pidiera yo el aval a Moisés Pliego, otro amigo. Moisés sí tenía dinero y me respaldó. Ganaba yo 420 pesos mensuales.

BM: Durante su juventud, ¿había mucho movimiento juvenil del motociclismo?

EO: ¡Nooooo! Éramos unos cuantos y nos reuníamos en una agencia de motocicletas. Salíamos cuando se podía.

La motocicleta era más bien un medio de transporte, no era un pasatiempo. Para mí siempre fue un pasatiempo. El ir a la escuela en mi moto era un pasatiempo, en la noche había veces en que no prendía aquella porquería. En aquel tiempo, como hoy, había peligros, como lo rememora el entrevistado.

El peor accidente que he sufrido fue en la Lambretta. Iba yo por la calle Jaime Nunó, donde había una coladera abierta y me metí en ella; me destrocé la nariz. Estuve internado más de tres meses, reconstruyéndome la nariz. De todo este hueso –señala el tabique nasal– me quedé sin nada.

BM: ¿No usaba casco?

EO: Era un casquito chiquito. Era un casco abierto, al que se le adaptaba una burbuja, sujeta con broches de presión. Se conseguía también una diadema que se adaptaba a la burbuja para poderla levantar ya sin los broches. Pero la protección que ofrecía era muy limitada, no se pueden comparar aquellos cascos con los actuales de diseño integral y acojinamiento avanzado. No fue su único accidente grave:

Sufrí otros golpes más fuertes. Aquí, en Guadalajara, en una 250, iba yo a Vallarta, había diésel en el pavimento, di una voltereta y caí de cabeza. Quedé paralítico de la mitad del cuerpo, me operaron. No me funcionaban la tercera, cuarta ni la quinta cervicales.

Otros deportes, como el automovilismo, el beisbol y el futbol americano, también contaban con protectores muy imperfectos; los accidentes obligaron a imponer o a rediseñar los cascos.

Las motocicletas, recuerda don Ernesto, carecían de amortiguadores. Y ni soñar con sistemas como el ABS o el control de tracción. Se requería arrojo verdadero para subirse a una motocicleta y emprender un viaje por carretera. Así, relata, subían al Cerrito de La Villa para hacer motocross.

BM: ¿Cómo era el servicio? ¿Cómo traían las refacciones desde Europa?

EO: En primer lugar, no existía el servicio. Era una vil refaccionaria lo que teníamos. Estaba en la Glorieta de Insurgentes. Ahí vendían motocicletas. Ese era el único negocio que traía refacciones. De ahí en fuera, el Charras, como le llamábamos nosotros, era quien nos arreglaba las motocicletas. Mal arregladas, pero nos las arreglaba.

Incluso en las ciudades grandes, como Guadalajara, eran contados los motociclistas. Tan pocos eran que estaban identificados por la gente.

BM: ¿Cuál ha sido su viaje más largo?

EO: Hasta Punta Arenas, hasta Ushuaia, en una BMW 1,200 GS. Me fui con Paco Vigil. Nos aventamos 92 días en 1972. No había nada, el camino era de pura terracería. Llevábamos tiendas de campaña, y yo acostumbrado a viajar en primera clase, en hoteles. Ni sabía armar la tienda, nada, nada. Paco me enseñó a armarla y a dormir en bolsa.

Don Ernesto llegó también al Canadá y Alaska, sin embargo, considera que fue más difícil su viaje a China.

Ahí conocí a los hermanos Rodríguez, los hermanos Rodríguez vivían a dos cuadras de la agencia donde yo estaba. Pero ellos tenían lana. Ahí conocí también al Güero del Toro. El Güero del Toro traía motocicletas muy buenas. Él corría en el Hipódromo de las Américas. Ahí también corrí yo, corrí una Panther. Y quedé en 14º lugar. Fue nada más una vez. Yo no tenía billetes y para eso se necesitaban billetes, llantas nuevas, motos nuevas,“no había manera de hacer más.”

Fue en 1978. Entramos en Macao, de Macao nos fuimos hasta Pekín. Son más de 17 mil kilómetros, de pura terracería. Sobre una Yamaha 600.

BM: ¿cómo surgió el mote de El Chamuco? ¿A lo mejor porque era muy diablo para andar en moto?

EO: De que era atascado en la moto, siempre fui atascado en la moto. Por eso también me lesioné un tobillo, una rodilla.

BM: ¿Cómo llegó a Guadalajara?

EO: A Guadalajara llegué después de haber viajado por toda la República, y llegué accidentalmente cuando obtuve un puesto de gerente de crédito. Y me gustó tanto Guadalajara que me dije “de aquí soy”. Con una cantidad endiablada de muchachas guapas. Y después de haber viajado por Chihuahua, con un clima muy rudo, Guadalajara tenía un clima maravilloso. Eso sí, caliente en aquel tiempo, pero muy bueno. Tendría yo como 26, 27 años.

BM: ¿Nos explica eso de que se iba a sus juntas de trabajo en motocicleta?

EO: Sí, después, a cargo de la División Regional, tenía que visitar siete estados. Tenía mi chofer con un remolque a todo dar. Me iba de Guadalajara a Lázaro Cárdenas, en la moto, yo solo y mi alma. El chofer estaba atrás con el coche. Llegaba al hotel, me cambiaba y atendía mis juntas.

Don Ernesto viajaba a Durango, León, Guanajuato y otras ciudades como parte de su trabajo; fue así un precursor del aprovechamiento utilitario de la motocicleta, como un medio de transporte habitual para las actividades profesionales.

BM: ¿Cómo eran las carreteras de aquel entonces?

EO: Eran carreteras angostas, pero no hallábamos agujeros. En el gobierno de Echeverría fue cuando se construyeron las carreteras tipo autopista, para que el país estuviera comunicado de pies a cabeza. Luego Salinas de Gortari fue el que hizo la infraestructura completa de carreteras.

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