Linaje BMW
Boxer Motors: En México, el sector de lujo correspondía a los coches de De troit; ¿Qué retos tuvo que enfrentar para establecer y consolidar a los modelos BMW en nuestro país?
Eduardo Henkel: En efecto, los BMW y los Mercedes Benz, eran “exóticos”. Muy pocos. Estábamos acostumbrados a las tres marcas norteamericanas, una alemana (Volkswagen) y una japonesa. Nuestro gran lujo era el Ford grande. No había forma de traer un coche mejor. Como fanático de los coches, yo importaba algún BMW o Porsche. Un taller, “Grupo Bavaria”, atendía a las motos y a los poquitos Porsche y BMW.
El gerente era el señor Ernesto Bertold, el dueño el señor Wolfgang Lampe. Un día, el señor Bertold, me dice: “¡Oiga, licenciado! ¿No quiere usted comprar este negocio? El señor Lampe ya se va de México y lo vende. Y si no lo vende, lo cierra. Y ya no va a tener usted quién le atienda sus coches”.
Me quedé con el tallercito, para atender mis coches. Llegó 1986; se anunció que en el 92 se abriría supuestamente la importación de vehículos. Pensé que yo podría importarlos.
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Llegó el gobierno del licenciado Salinas. El TLC cambió la fecha para abrir la importación, del 92 al 2004. Demasiado tiempo. Me informé de los requisitos vigentes para importar vehículos:
Ensamblar aquí alguna de las líneas; un 32 por ciento de componentes locales; una relación de un dólar de exportación de autopartes por cada dólar de importación.
El empresario Eduardo Henkel, gran aficionado a las motos BMW, tuvo la visión de traer a México los vehículos de la casa bávara, en una época en que tal proyecto sonaba a extravagancia. Una bella vasija mazahua, ayudó a culminar el propósito. En esta entrevista, el industrial relata el proceso para crear en México unos automóviles de calidad mundial.
No era nada sencillo y estábamos muy acostumbrados a los carros americanos, de baja calidad. ¡Parecía un sueño que en México se armaran coches BMW! Pero yo quería hacer un negocio de exportación, que ayudara a México.
Le pedí al señor Bertold que me acompañara a Alemania, porque debo decirles que, sin darme cuenta, el taller de Tlalpan incluía la franquicia de importador de BMW y de Porsche. No valía nada porque no se podía importar ningún coche. Para Alemania, tampoco significábamos mucho. Pedimos cita con el señor Bilman. A la mera hora nos dijeron que estaba muy ocupado. Le dicté a su secretaria una carta con mi propuesta. El señor contestó al fin que le parecía poco viable el proyecto, que en Guatemala medían 600 coches sin problemas.
Virtuosismo de artesanos EH: Llamé a la Dirección de Inversión Extranjera, con Jorge Amigo, muy buena persona me dijo: “Señor Henkel, ¿cómo puede ayudar? Tengo mucho interés en que se realice su proyecto, me recibieron muy bien: ¿En qué le ayudamos?” Le dije que necesitaba que fuera un secretario de Estado o un subsecretario de parte de México a invitar a los alemanes.
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Amigo le habla a Jaime Serra Puche, el Secretario de Comercio, y este le indica: “Que se venga el señor Henkel a las cinco” ¡Eran épocas muy bonitas, cuando se trabajaba en serio! Serra Puche me informó que casualmente él tenía que ir con un equipo a Alemania en dos semanas.
Entre otros empresarios iba Claudio X. González, como para que avalara la propuesta Iban, el subsecretario y el embajador, así que llegué con un séquito, como iba el Secretario de Comercio de México, me recibieron muy bien, y presenté el proyecto.
Les hablé de la calidad de la mano de obra mexicana: “México es su futuro. Van a comprar mucho en México, tendrán ahí una fábrica de motores, una planta de ensamblado”.