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Karla Wheelock: La montaña como metáfora

Karla Wheelock: La montaña como metáfora

Para Karla Wheelock, la experiencia del montañismo, o más precisamente de la montaña, como ella lo expresa, es una parábola de la vida, de los desafíos, riesgos, esfuerzos y vínculos que implica toda existencia. Desde una cumbre todo se ve más claro que dentro de las rutinas urbanas. Por ello, la deportista se ha dedicado a compartir sus experiencias y reflexiones, como las que expresa en esta conversación con Boxer Motors.

El camino de la acción

Karla Wheelock Aguayo nació el 14 de abril de 1968 en Coahuila; estudió la primaria en el Instituto Alpes de Saltillo, donde sus buenas calificaciones le ganaron una beca de la Secretaría de Educación Pública de su estado natal. Su buen desempeño le valió otra beca en la preparatoria, que cursó en el ITESM, también en Saltillo. Obtuvo la licenciatura en Derecho en la Facultad de Jurisprudencia de la UAC, con mención honorífica.

Desde sus días de escolar, Karla tuvo oportunidad de ir descubriendo la importancia de la naturaleza: cuando tenía seis años, se inició en las Girls Scouts, organización donde tuvo sus primeras experiencias con las montañas, con las caminatas a través de áreas silvestres, con las técnicas y destrezas que se requieren para acampar al aire libre.

Como sucede con otros deportistas, a este ambiente propicio para descubrir su vocación por el montañismo, se sumó la admiración hacia una personalidad modelo. A través de un reportaje, Karla se enteró de que el doctor Ricardo Torres Nava, coahuilense como ella, se había convertido en el primer mexicano que alcanzaba la cumbre del Everest. Era el año 1989 y la joven, estimulada por el ejemplo, se propuso que un día ella también había de conquistar la cumbre más alta del mundo. 

Para alcanzar sus objetivos fue muy importante asimismo la práctica deportiva, ya que como representante del Instituto Alpes tomó parte en las ediciones 82, 83 y 84 de los Juegos del APCI, posteriormente conocidos como Torneos de la Amistad. La joven deportista participó en basquetbol, softbol, relevos 4×100, 200 y 400 metros, salto de longitud y salto de altura.

Ganó las medallas de oro en Relevos 4×100, en basquetbol y en softbol; obtuvo la medalla de plata en 200 y 400 metros.

Karla Wheelock recuerda muy especialmente una anécdota que atesora desde aquellos días: durante los relevos 4×100, una de sus compañeras se tropezó y aunque trabajosamente logró evitar la caída, perdió unos segundos preciosos. Karla vio cómo su camarada se rehacía y empeñaba todas sus fuerzas en la carrera. El Instituto Alpes triunfó esa vez y las atletas festejaron la victoria como nunca.

Sin embargo, tal vez el mayor legado de aquellos tiempos fue el descubrir que a través del deporte las personas pueden crear simpatías mutuas, camaradería y unión para alcanzar una meta colectiva.

Hacia las cumbres

En un primer momento, el montañismo nació en Karla Wheelock como una actividad de fin de semana; las experiencias le resultaron tan trascendentales que su interés creció hasta convertirse en una afición que le permitía ampliar sus horizontes y ejercitarse en la consecución de objetivos precisos y tangibles. No era solamente un pasatiempo, sino la combinación de los tres ejes fundamentales en los cuales se había movido siempre su existencia: el deporte, la naturaleza y la realización de metas, sin duda una combinación de valores genuinos. Su historia es la de la lucha continua por lograr sus cumbres personales y ayudar a los demás a conquistarlas también.

La cumbre del Monte Everest ha llevado a Karla a apreciar cada vez más lo que se da por hecho, ya que la montaña expone al ser humano y lo desnuda de todo, lo reduce a lo básico y estrictamente esencial: sus necesidades primarias para sobrevivir. Allá arriba, las personas regresan a la expresión pura de los sentimientos; allá no cuentan la belleza física, el nivel social, el dinero, los títulos profesionales o el poder que se ostente dentro de la sociedad. Lo que vale, en cambio, es la calidad del compañerismo, la calidez de las actitudes, la disposición de ayuda y el poder compartir todo lo anterior.

Para Wheelock, esta fue una experiencia de muchísimo aprendizaje, como bien lo expresa en las conferencias que imparte. Lo principal para la aventurera es que la montaña ubica al hombre en su verdadera medida: tan débil como su naturaleza humana y tan grande como puedan ser sus sueños y esfuerzos.

Para ella, las montañas más grandes son las de la mente. El creer realmente que algo se puede lograr, el superar obstáculos, el ver la cumbre como una oportunidad de conquistarse a sí misma y a los errores como fuente inagotable de conocimiento, son las primeras montañas que hay que conquistar.

Boxer Motors: Estuviste en la cima del Everest, ¿con base en esta experiencia, cuál sería la metáfora en tu vida?

Karla Wheelock: Cuando llegué a la cima del Everest, Heber Orona, un compañero mío argentino, estaba sentado en la cumbre esperando a que llegáramos Dorje y yo. No entendíamos por qué. Todos sabemos que no se debe permanecer mucho tiempo en la cima, pues la falta de oxígeno nos afecta y nos debilita para emprender el descenso. Cuando alcancé la cima, Heber Orona se levantó de inmediato para recibirme en la cima con un abrazo; entonces entendí perfectamente por qué se había expuesto. A través de Heber, la montaña me enseñó que de nada te sirve llegar muy alto si estás solo y no tienes con quien compartirlo.  El éxito que se comparte se multiplica, así como cuando compartes una pena esta se diluye, para mí esa fue la gran lección y regalo que la cumbre del Everest me dio.

BM: ¿Qué pasa por la cabeza, una vez en la cima del Everest?

KW: Por la mía, por lo menos, quería grabar las imágenes que veía: el cielo de azul intenso, las nubes, las montañas, hacia abajo, la grandeza, mi pequeñez, ¡todo! Pero lo que constantemente se repetía en mi cabeza, era un “gracias”.

Fue el 27 de mayo de 1999, cuando Wheelock, escribió su nombre en los registros de la cumbre más alta del orbe, de 8 mil 848 metros. Fue la primera mexicana que completó el ascenso  por el lado norte. El 5 de mayo, su compatriota Elsa Ávila había logrado lo propio por el lado sur. Fue un mes histórico para el montañismo de nuestro país. Ya existía la telefonía satelital, y a las 02:15, Karla Wheelock pudo llamar a su señora madre, doña María del Carmen Aguayo. Las crónicas registran las palabras de la montañista para quien la había inscrito en las Niñas Exploradoras: “Estoy en la cima del Everest, te hablo para que compartas conmigo este momento”.

BM: Eres alpinista y abogada, ¿Cómo es que llegaste a tu etapa filantrópica?

KW: Desde niña me educaron en una filosofía, que todos tenemos una misión en la vida y que debemos encontrarla; en mi búsqueda por conocer mi misión estudié Derecho, practiqué deporte y finalmente, pensé que en el alpinismo había encontrado mi “misión”. Pero no fue así, la montaña me enseñó que desde la cima la perspectiva cambia, que lo grande ahora se vuelve pequeño y lo pequeño se ve grande. Fue cuando comprendí que lo ordinario es lo verdaderamente extraordinario, si se hace bien. Sentí una profunda necesidad de compartir todos y cada uno de los aprendizajes que la montaña me daba y busqué compartirlo con niños, jóvenes, estudiantes, en comunidades de mujeres, en reclusorios. Y así comenzó una nueva montaña para mí.

BM: ¿Cuál es la intención de tu libro El Tercer polo: Ascensión al Everest?

KW: Cuando me fui al Everest, se creó un sitio de internet para niños que se llamaba: “Vamos al Everest con Karla”, en ella, los niños de todo el país me enviaban correos y me acompañaban con los mensajes, que en más de una ocasión me dieron fuerza para avanzar. Por ello, a mi regreso decidí escribir todo lo que había vivido, incluir fotos, y como lo escribí en mi libro, traer un pequeño copo de nieve para todos aquellos que me acompañaron en el ascenso.

La simpatía de Karla Wheelock por los niños se manifestó desde su primer trabajo. Ella estudiaba la preparatoria y, como tantos otros estudiantes, se consiguió un empleo para las vacaciones de verano. Se convirtió en instructora de supervivencia en el campo, en unos cursos destinados a la infancia. La joven disfrutó en grande aquellos días, especialmente por la oportunidad de convivir con los pequeños y de compartir con ellos su pasión por ver y estudiar las estrellas, que además sirven de guías para los exploradores, navegantes y montañistas.

BM: ¿Por qué nace el Centro de Liderazgo de Aventura El Tercer Polo? ¿Qué es y cuáles son sus objetivos?

El Centro de Liderazgo nace con la idea de tener un lugar donde poder recibir a jóvenes y niños para el desarrollo de habilidades para la vida. Lo que no te enseñan en la escuela, que son precisamente las herramientas que necesitas para sobrevivir, y la naturaleza te las da.  Es por eso que en el corazón de México, San Miguel de Allende, he encontrado el lugar ideal para compartir el corazón con niños y jóvenes.

No obstante, la aventura de escalar montañas no terminó en la cima del Everest. Wheelock se aventuró a alcanzar la cima de las Siete Cumbres o Gran Slam, que se considera uno de los mayores desafíos en el montañismo. Esto la llevó a adoptar la filosofía que cada cumbre representa una etapa de su vida.

BM: ¿Cuál sería el momento clave durante tu aventura por el Gran Slam? y ¿Por qué decides escribir Las Siete Cumbres?

KW: El momento clave durante la aventura de las Siete Cumbres, fue cuando me embaracé y estaba por ir a Antártida. Tener un bebé en ese momento no estaba en los planes, pero era la bendición más grande que había recibido. Así que nació mi hija y a sus nueve meses de vida, volví a la montaña escalando el Macizo Vinson.

Subir a la montaña como madre le daba un sentido completamente diferente al que había tenido antes. Además de que a partir de entonces contaba con la motivación de regresar a salvo, de ser más prudente y cuidadosa, de que después de estar en la cumbre ahora también debía regresar a casa y tener a mi bebé en los brazos.

En el caso de las Siete Cumbres, fueron como las diferentes etapas en mi vida: primero como la jovencita que busca soñar grande y busca el Aconcagua y el Everest; después viene la pareja y el matrimonio, como otras montañas, el Kilimanjaro, Elbrus y McKinley; después una nueva montaña, el fracaso matrimonial y el divorcio, El frío de la Antártida y finalmente como madre de dos hijas, cabeza de familia, mi nueva cumbre fue el Monte Carstensz. 

Creo que cada quien tiene su montaña en la vida, y mi intención era simplemente compartir lo que la montaña me enseñó en las diferentes etapas de mi existencia, y lo que cada una aportó para poder subir a la siguiente cumbre.

BM: ¿Podrías decir que tus viajes al Himalaya y Bolivia, donde tuviste accidentes, han sido las peores experiencias por las que has tenido que atravesar?

KW: No necesariamente, he estado muy cerca de la muerte en varias ocasiones durante mis ascensos, pero no creo en “peores experiencias”, creo sólo en las experiencias que son enseñanzas y maestras, y que se me presentan porque algo debo aprender.

En lo personal, la pérdida de mi madre fue muy dolorosa, su fuerza y ejemplo me ayudaron siempre a subir mis propias montañas, pero como ella decía refiriéndose a Nietzsche: “lo que no te mata, te fortalece”.

BM: ¿Qué crees que haya en tus vivencias, que sirven de ejemplo y ayudan a la gente en su forma de ver la vida?

KW: Porque sé que he cometido muchos errores, que he sido cabeza dura muchas veces y que hay personas que, como yo, nos equivocamos bastante seguido. Pero también sé que por alguna extraña fuerza, nos volvemos a levantar y seguimos intentando una y otra y otra vez.

Karla Wheelock siente una seria responsabilidad como figura pública respecto al medio ambiente. En múltiples ocasiones ha expresado su pesar por la contaminación que se extiende a gran parte del planeta; ha observado que incluso el Everest sufre los daños de quienes arrojan sus desperdicios en la montaña.

Sabe que no hay una solución fácil, pero cree que la educación es uno de los caminos para transformar lo que funciona mal en el mundo. A través de comunicar el respeto que siente por la naturaleza, ella ayuda a la defensa del planeta.

BM: ¿Qué es la aventura para Karla Wheelock?

KW: La oportunidad de descubrimiento. Ver de forma nueva, con ojos nuevos, no sólo lugares lejanos, culturas diferentes o paisajes maravillosos, es la capacidad de asombro a su máxima expresión. Eso para mí es aventura.

BM: ¿Cuáles son las aventuras que te faltan realizar?

KW: Hay tanto por ver y descubrir, no solo en lo exterior, sino también en el interior. La vida misma es una aventura y me falta mucho por descubrir y realizar.

BM: ¿Te gustan las motocicletas?

KW: ¡Sí!, y también me producen mucho respeto.

BM: ¿Cuál es tu opinión sobre las aficiones y/o deportes, que ofrecen aventuras continuas a quienes los practican, como el montañismo o el motociclismo?

KW: Para mí toda actividad que nutra el alma y la capacidad de asombro es la vitamina que te mantiene joven, que te descubre capacidades y habilidades nuevas, y sobre todo, que te mantiene vivo.

BM: Has participado con importantes instituciones del país, has compartido tus experiencias y conocimientos a muchos mexicanos. Después de todo esto, ¿cuáles crees que sean las verdaderas limitantes para un país en constante desarrollo como México?

KW: La educación, estoy convencida porque lo he vivido y visto con los niños y jóvenes, que si fortaleciéramos la educación, todas las “limitantes” simplemente se desvanecerían.

BM: Si pudieras cambiarle algo a México, ¿qué sería?

KW: Los paradigmas. Si pudiera, simplemente cambiaría el chip y pondría el real, el que nos hace reconocernos como emprendedores, trabajadores, creativos; con una cultura rica y milenaria de riqueza y abundancia en nuestro entorno, que nos responsabiliza a cuidarla.

BM: ¿Cuál es tu lugar favorito, un sitio común, donde planeas, concibes, analizas?

KW: Mi lugar favorito es en las montañas, rodeado de pinos, en la nieve, pero cuando no estoy ahí, mi estudio es mi santuario.

BM: ¿Cuáles han sido tus fuentes de inspiración, internas y externas?

KW: Los grandes aventureros como: Amundsen, Scott, Edmund Hillary, Mallory, Shackleton, mi madre, San Francisco de Asís, Jesucristo y Buda.

BM: ¿Personaje de la historia preferido?

KW: Jesús, Buda.

BM: ¿Quién es tu aliado más cercano?

KW: Dios.

BM: ¿Algo que quieras agregar?

KW: Agradecerles a todos los que apoyan el proyecto educativo de Mi Cumbre, mi Decisión. Así como las expediciones de jóvenes a la Antártida e invitar a todas aquellas empresas que quieran ser parte del equipo, a que patrocinen a un joven emprendedor, con proyectos de desarrollo ambiental sustentable, para que participe en las expediciones a la Antártida.

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