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Mi primera aventura en Alaska

Mi primera aventura en Alaska

No hay ninguna aventura que se compare a un viaje en motocicleta; se siente uno de buen humor en sórdidos cuartuchos de hotel, se entablan conversaciones con los extraños y se descubre el gozo en cada una de las curvas que uno se enfrenta. Mi aventura de La Salle, Colorado al estado de Alaska, fue, a falta de mejores palabras, como una travesía de la vida entera.

Viajé siete mil cuatrocientos kilómetros con mis padres y un amigo. Mi BMW 1200 GS fue mi hogar durante un par de semanas. ¿Había aclarado que esta era mi primera expedición en motocicleta? Yo manejo motocicletas, pero nunca había participado en una expedición, ni había manejado cerca de 800 kilómetros en un día. Previamente a esta travesía había conducido unas máquinas Harley-Davidson; tales salidas consistieron en breves paseos por la campiña.

Me sentía terriblemente impreparada y me mantuve en tensión durante un año entero antes de que por fin partiéramos. Un millón de preguntas rondaban en mi mente: ¿Estaba lista para emprender esta expedición? ¿Estaban todos de acuerdo? ¿Era yo una motociclista suficientemente buena para esto?

El país del aire limpio Partimos el 22 de junio de 2008 y viajamos aproximadamente 500 millas hasta Billing, Montana. La expedición había comenzado oficialmente y un cúmulo de tensiones se descargó de mis hombros. Aquel fue el nacimiento de una nueva yo. Era ya oficialmente una aventurera. Al día siguiente nos internamos en el Canadá. Era la primera vez que salía de los Estados Unidos. La belleza del Canadá me asombró.

Todo parecía tan limpio; era como si el aire se hubiera purificado. Nunca vimos basura en el suelo. Tomamos dos caminos rurales para evadir el tráfico hacia Calgary; recuerdo el viento que soplaba en lontananza sobre la hierba verde y una solitaria construcción de piedra, que se mantenía pacientemente inmóvil frente al viento. Era impresionante.

Los lagos canadienses son igualmente admirables; su agua es cristalina, con un matiz turquesa. Nos llevó varios días recorrer el Canadá, fue una travesía por un país bellísimo, sin casi ningún contratiempo. Al cuarto día, tomamos la autopista de Alaska en Dawson Creek.

El quinto día colocamos nuestro símbolo de la “Arens-Norfolk Expedition” en el letrero forestal de Watson Lake ¡Y vimos alces por doquier! Nunca antes de este viaje había visto un alce y me sentía absolutamente fascinada por ellos. Son unas criaturas enormes y durante todo el trayecto no les despegué mis ojos. Hubo días en que apenas encontramos unos cuantos coches a lo largo de la jornada. Aquella era una experiencia muy apacible o muy oprobiosa.

Depende de dónde venga uno. Puede resultar extraño no ver mucha gente todos los días. Era relajante, casi tener todo el camino para nosotros mismos. Un día pasamos un letrero que decía: “Ahora está usted dejando el área de servicio de emergencia 911”.¿Qué? ¡Yo no tenía idea de qué se suponía que deberíamos hacer si no pudiéramos llamar al 911! No era precisamente la mayor alegría de mi vida, pero por fortuna no sucedió nada que ameritase una llamada al 911. Cuando recuerdo aquellos días en el Canadá, pienso en el hermoso escenario, en la vida salvaje y en los interesantes parajes que vimos.

También recuerdo el clima, realmente grandioso, que resultaba enigmático porque era lluvioso y frío. Incluso manejamos con granizo una o dos veces. Cuando estaba aprendiendo a manejar mi 1200 GS, vi que tenía unos puños con calefacción.

Pensaba que aquello era exagerado, hasta que tuve que manejar a temperaturas de un grado bajo cero a cuatro sobre cero bajo la lluvia. Aquellos puños con calefacción me llevaron a través del frío, la lluvia y el granizo. ¡No creía que alguna vez los fuera a apagar! Nos adentramos en Alaska el séptimo día y nos detuvimos en Tok esa tarde.

Nos alojamos en unas cabañas, propiedad de un simpático señor que había participado en el primer Iditarod, la legendaria carrera de trineos tirados por perros. Él tenía incluso tres cachorros en las cabañas. ¡Las cabañas y otras construcciones tenían techos empastados que me encantaron! Todo ahí era único.

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