Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería. Otto Von Bismark.
A la frase anterior de Bismark yo la compondría así:
Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de una escalada.
La pregunta es: ¿Qué nos lleva a mentir?
Hay muchos tipos de mentiras y muchos motivos para decirlas, pero lo importante es su contexto. Las mentiras pueden ser simplemente de cortesía, cuando pretenden complacer o hacer sentir bien a alguien. Cuando saludamos, siempre deseamos un buen día; a la pregunta de cómo estamos, contestamos siempre que muy bien. En las presentaciones afirmamos que estamos encantados de conocerlos, pero la realidad puede ser que ni nos interesa que tengan un buen día, ni estamos tan bien, ni estamos encantados de conocerlos, pero así son las reglas de cortesía y sin problemas estas mentiritas las podemos pasar por alto.
Pero hay otras mentiras que pueden ser graves y causar daño, como por ejemplo las miles que escuchamos a diario de los políticos, de los periodistas, en la televisión y en la iglesia. Escribe Fernando Savater: “El problema no es que todo el mundo mienta, sino que determinadas mentiras queden impunes en el contexto oficial, lo importante es que no sean utilizadas para ir en contra de la justicia, del interés público o individual.
El que promete no paga, el que compra no retribuye, el que da su palabra no la honra, el que da su testimonio altera los hechos.
La psicología del mentiroso
Desde el punto de vista psicológico hay tres niveles de patología en la mentira:
• En un primer nivel, “menos patológico”, nos referiríamos al acto de mentir para:
- Encubrir
- Para, supuestamente, no dañar a alguien con alguna verdad
- Simplemente, para salir del paso.
Los dos niveles siguientes ya se refieren a unas conductas que se catalogan como antisociales.
• En el segundo nivel, hablamos de las mentiras asociadas con las personalidades narcisistas de aquellos individuos que están más allá de ser simplemente vanidosos, nos referimos a individuos egocéntricos.
A diferencia del primer nivel, en este caso la persona sentirá menos remordimiento o culpa por haber mentido. En realidad quizá hasta se vuelva una forma de vida y probablemente sienta temor de ser sorprendido.
• En el tercer nivel ubicamos a las personas que presentan conductas antisociales extremas. Mienten y hacen trampa con plena consciencia y sin sentido de culpa. Comprenden las normas y requisitos morales, pero consideran que solamente los ingenuos se someten a ellos. Entienden que pueden ser atrapados, sin embargo, no les preocupa que al hacerlo puedan afectar su relación con los demás, ya que no son capaces de experimentar un compromiso de amor auténtico.
Triunfos en entredicho
Pero, ¿qué pasa cuando mentimos en algo que nos gusta, como en un deporte que nos apasiona? ¿Será tan importante el reconocimiento como para mentir? Hay casos en los que puede existir una situación comprometida, como una gran suma de dinero en juego, que nos obligue a faltar a la verdad, o como la búsqueda de un patrocinio, un apoyo; haber prometido algo y finalmente no poder alcanzarlo. Estamos aún ante el primer nivel, el menos patológico. Sin embargo, en la historia de la aventura y el alpinismo tenemos ejemplos patológicos del segundo o incluso de tercer nivel.
Tal vez el caso más famoso es la conquista del Polo Norte, donde Frederick Cook declaró que alcanzó el Polo Norte el 21 de abril de 1908. Pero pronto llegó un telegrama: el comandante Robert Peary, de la marina estadounidense, antiguo colega de Cook, reclamaba el Polo como suyo, y en consecuencia llamaba embustero a su rival.
Peary era un distinguido explorador polar, con 20 años de experiencia. Cook era un hombre carismático, héroe popular, que en 1906 había dirigido una expedición de ascenso al monte McKinley (proeza también puesta en duda), el pico más alto de Norteamérica. Pero solo contaba con dos años y medio de viajes árticos. Peary lo retó a presentar pruebas de su afirmación.
La agria polémica que sobrevino dividió a Estados Unidos. La causa de Cook empezó a desplomarse en octubre de 1909, cuando sus dos acompañantes esquimales de la expedición polar, declararon que en ningún momento del viaje habían dejado de tener tierra a la vista. (La capa de hielo que rodea al Polo Norte cubre un océano, tierra firme no, y está en movimiento constante). Aunque Cook los rebatió, no pudo comprobarlo con su bitácora, pues la había dejado en el Ártico.”
Otra historia que ha sido muy polémica es el primer ascenso al Cerro Torre en Patagonia, una de las montañas más difíciles del mundo. El Italiano Cesare Maestri, junto con el austriaco Toni Egger, dijo que conquistó su cumbre en 1959. Sin embargo, en el descenso murió Toni Egger. Su asenso hasta la fecha sigue en tela de juicio. El mismo Maestri en 1970 escaló el pilar SE, y empeñado a demostrar que subió hasta su cumbre, llevó consigo un compresor neumático para taladrar el muro superior y poderlo así vencer. Esta acción causó gran indignación entre los alpinistas. Maestri dijo que alcanzó su cumbre, pero nuevamente quedó en tela de Juicio.
Un ejemplo peculiar es el primer ascenso a la cara sur del Lhotse, de 8516 msnm (metros sobre el nivel del mar) en el Himalaya. Su cara sur es reconocida como una de las paredes más difíciles de escalar en el mundo. En 1990 el esloveno Tomo Cesen escaló su cara sur en solitario, sin embargo, Cesen presentó unas fotografías de la cumbre para comprobar su ascenso.
Tiempo después se descubrió que las fotos no eran suyas, las había pedido prestadas para demostrar su conquista, y su escalada quedó en entredicho. Este caso es particular, porque sí se le había creído a Cesen hasta que presentó esas fotografías, tal vez si no hubiera expuesto esas imágenes prestadas no hubiera pasado nada, pues es muy probable que en efecto sí haya alcanzado la cumbre.
Mentiras a la mexicana
Pero en nuestro país no nos quedamos atrás, tal es el caso del famoso Madrazo, candidato a la presidencia en 2006, quien durante el Maratón de Berlín cortó la ruta y entró a la meta con un tiempazo. Más aún, con un cinismo descomunal, aceptó su medalla con los brazos en alto.
Es muy común escuchar que fulanito o fulanita son los primeros en subir a cierta montaña y de un momento a otro se convierten en los mejores del país, claro que nunca se habla en cuál estilo (detalle que cuenta muchísimo) se ascendió, con o sin oxígeno, con cuerdas fijas o si fueron autosuficientes, con o sin ayuda de porteadores.
Incluso hay casos donde el descaro es tal que se inventan marcas ridículas o a los montañistas les da por las primeritis, como proclamarse el más joven, el más viejo, el primero de mi colonia, el primero sin pies, etc., etc. … Parece que solo cuenta el hacerse notar…
O que hay en decir que eres la mejor alpinista de México y no saber ni siquiera hacerse el nudo de encorvamiento. O más aún, que has hecho cumbre, pero solo te faltó el último cachito, que no cuenta por qué no había cuerdas fijas hasta la punta… En fin, ejemplos sobran, pero ¿hasta dónde queremos llenar nuestras mochilas de mentiras? Siempre al final del camino pesarán más de lo que podamos cargar…
Podrás mentirle a todo el mundo, pero cuando estés a solas, no podrás mentirte a ti mismo…