Veracruz – Acapulco 2012
Gonzalo Medina
Es toda una historia: el significado de la paz, el reto personal, el respeto, la convivencia, la disciplina, la organización, la experiencia enriquecedora. Porque el éxito comienza por la disposición a emprender algo.
Una carta paterna
Hace un año, Ramón, el creador intelectual de este esfuerzo, compartió con nosotros una carta de su padre: hablaba de cómo ser grande como persona; luego, Jesús le dio el sentido de manifestarnos por un manejo seguro y responsable, en armonía. Rodar por la paz.
Aquella primera vez, llegamos 80 motociclistas a Acapulco; la puesta del sol resplandecía sobre el Pacífico. Fue entonces cuando Ramón dijo: “Esto definitivamente se tiene que repetir el próximo año”.
El viaje no es sólo un desafío. Es también decirle al pueblo y a las autoridades que somos organizados, respetuosos y responsables, que nos divertimos en paz; también que somos más vulnerables que cualquier otro, que nos abrasa el calor y nos hace tiritar el frío.
Este año Fernando recibió las inscripciones y siguió su evolución. Tuvimos que cerrarlas cuando sumaron trescientos los participantes.
Nuestras expectativas habían sido ampliamente superadas. En cuanto sitio me paraba, me decían: “¿Vas a asistir a De Sol a Sol por la Paz?” En las tiendas de BMW, incluso en las de Harley, hablaban del viaje.
En el camino
Por fin llegó el día de salir. Nos organizamos en pequeños grupos; para salir de la ciudad tuvimos que superar los problemas viales. Ya en carretera, nos esperaban las obras de Cumbres de Maltrata. Ahí me quedé parado media hora bajo el rayo del sol.
En Veracruz, entre risas, abrazos y saludos, encontré tantas caras conocidas que ya no me importaba el cansancio del camino. Enseguida comenzamos a organizar los grupos y las rutas en nuestra Junta de Pilotos; aclaramos las dudas y explicamos las reglas generales de la rodada. Ya bañados y perfumados, salimos a los portales, los cafés del malecón, las plazas y jardines a cenar.
Desde la terraza del hotel se veía la plaza de los arcos llena de turistas y lugareños. Había parejas que daban cátedra de danzón. Los señores con su atuendo de pachuco, al más puro estilo de Tin Tan; las señoras calzaban zapatos con brillantes y tacón dorado.
Los mariachis y los conjuntos jarochos cantaban las piezas que les pedían, mientras los motociclistas planeaban los pormenores de sus grupos, fijaban las cargas de gasolina y los lugares en donde se pararían a desayunar.
Algunos repasaban las desviaciones, consultaban los accesos a las carreteras e introducían datos en el GPS con las rutas elegidas. Lo importante no es el destino, sino el trayecto, el camino nos enseña muchísimo. Por la mañana tomamos la foto de salida, con el sol, levante del Golfo.
El banderazo marcó la partida simultánea en grupos pequeños. Así comenzó el tan esperado De Sol a Sol por la Paz.
Una ruta accidentada
Salimos hacia Puebla. Disfrutábamos del asfalto y del manejo, cuando en la subida de Cumbres de Maltrata, un camión derramaba diesel sobre el pavimento. Tuvimos que extremar precauciones.
Llegamos a Puebla; seguimos hacia Izúcar y luego a Atlixco, pero en el entronque para Cuautla, un camión volcado nos impidió el paso. Nuestro grupo alcanzó a pasar por la cuneta, pero los de atrás se desviaron por un retorno confuso, donde varios se perdieron.
Al fin llegamos al restaurante “Cuatro Vientos” a comer cecina con “gordas” de maíz, queso blanco, crema, frijoles y agua de tamarindo.
Continuamos rumbo a Acapulco; a 42 grados, el aire parecía una secadora de pelo soplándonos en la cara. La pesadez de la digestión, la fatiga y el sol fiero, producían un sueño insoportable. Varios compañeros se detuvieron, se quitaron el casco y la chamarra para disipar la somnolencia; yo estuve a punto de pararme también.
Continué por la sierra hasta Chilpancingo, cargué combustible, tomé líquidos y moví el cuerpo para activar la circulación, y poder continuar hasta Acapulco. La entrada al puerto estaba en obras; apenas había un carril para los miles de vehículos.
Avanzamos por una orilla para llegar al famoso Maxi Túnel, luego nos incorporamos a la costera; por la entrada de La Diana Cazadora, llegamos al hotel Elcano.