Hacia las Barrancas del Cobre

¿Cuándo empieza en realidad un viaje? Cuando lo imaginamos. Enseguida hay que trabajar en la logística. Así nació nuestro viaje a las Barrancas del Cobre.

¿Cuándo empieza en realidad un viaje? Cuando lo imaginamos. Enseguida hay que trabajar en la logística. Así nació nuestro viaje a las Barrancas del Cobre. La salida fue el miércoles 8 de octubre del 2008, a las 7:00 AM, en la Glorieta de Emiliano Zapata en Cuernavaca. Partimos 16 compañeros motociclistas y la camioneta de apoyo (Ford 150 XLT 1990) apodada la “Peggy Sue”. Por seguridad, nos dividimos en tres grupos. El primero lo formaban Poncho, Humberto, Pepe, Tito y Víctor. El Segundo, Tommasso, Luis, Pablo, Juan Manuel, José Antonio y Fernando. El tercero, Jimmy, Ramón, Pascual, Memo y Aldo. El libramiento de Toluca fue eficaz y caro. En realidad, a lo largo de todo el viaje, solo una caseta tuvo cuota preferencial para motos. Increíble pero cierto. Hacia Morelia, paramos en el Lago de Cuitzeo para tomar fotos. Seguimos hacia Salamanca y León por el libramiento. Llegamos así a Aguascalientes, en donde un grupo se quedó a comer; las otras dos escuadrillas seguimos hasta Zacatecas para cenar en el centro temprano.

Por la mañana salimos hacia Durango. La carretera se redujo a un solo carril y dejó de ser de cuota. En la sierra disfrutábamos de las curvas; después vinieron las rectas prolongadas, hasta la ciudad de Durango. Descansamos y seguimos. Faltaban más de 300 Km para llegar a Parral; entramos en una gran planicie donde las rectas eran interminables, marcadas con el amarillo de las flores silvestres. En Parral la Policía de Tránsito nos escoltó hasta el hotel. A las 9:00 AM, ya desayunados, salimos con destino a Divisadero. Pasamos a conocer el lago de Arareco. El paisaje no decepcionó nuestras expectativas, por la tranquilidad de sus aguas y por la exuberancia de su vegetación. Pero las condiciones de la brecha nos impidieron seguir hacia los Valles de las Piedras de los Sapos; optamos por regresar a la carretera y emprender el recorrido hacia Divisadero.

Chihuahua es el paraíso de los motociclistas, con sus paisajes y sus carreteras bien trazadas, sin topes ni casetas de cobro. Una experiencia digna de vivirse. En Divisadero el hotel ofrecía una vista privilegiada; las nubes no impidieron que admirásemos uno de los paisajes más imponentes de las Barrancas del Cobre. El amanecer resultó frío y brumoso. Era un día importante, ya que un grupo se iba a dirigir a la cascada de Basaseachi y otro iba a empezar el regreso hacia Guadalajara para que nos reuniéramos de nuevo en Puerto Vallarta. El cansancio de los 2500 Km recorridos se evaporaba ante la emoción. Nos esperaba el día culminante, el punto geográfico más lejano. Tuvimos cielo azul intenso, todo el camino. Cuando llegamos a Creel nos enfilamos hacia San Juanito y La Junta, con dirección noroeste hacia la cascada. Desde ese día en adelante todo iba a ser en descenso hacia el sur. La carretera hacia Basaseachi es una de las mejores rutas motociclísticas que jamás he recorrido: poco tráfico, paisajes boscosos y todas las curvas del mundo. En Basaseachi nos hospedamos en unas cabañas rústicas muy cerca de la entrada del sendero que lleva a la cascada.

Caminamos hacia lo que resultó el más imponente espectáculo natural del viaje: el torrente se desploma en caída libre, algo unos 700 metros. La barranca de “Candameña”, donde corre el agua después de la caída, es una de las más impresionantes que recuerde, no solo por su altura, sino por lo estrecho, cercano y vertical de sus paredes. Era la Sierra Madre. El ojo de agua y la garganta del cañón fueron nuestra recompensa por haber recorrido más de 2500 Km hasta ese paraje. Por la noche organizamos nuestra comida gourmet-campestre tradicional. La sobremesa se iluminó con la luna llena. Esa fue la noche cumbre del recorrido, que ya estaba por vivir su inexorable segunda mitad: el regreso. Los viajes son la máxima experiencia del hombre. Son pequeñas vidas dentro de la vida misma. La pasión por el motociclismo es la pasión por el viaje, la búsqueda del paraje y de nosotros mismos. La búsqueda del viaje perfecto que nunca termina.

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