¿Saben una cosa? He cumplido los 21 años y nunca me había venido a la mente montarme en una motocicleta, ni como piloto ni como pasajera. Bueno, yo siempre había vivido en una villita en el corazón de los Alpes. Por lo tanto, la imagen de los motociclistas que gozaban en sus máquinas recorriendo los caminos más desaantes del planeta, estaba omnipresente en mí. Incluso yo había visto a todos aquellos tipos que se bamboleaban a la izquierda y a la derecha sobre sus recias suspensiones, con unas enormes sonrisas en las caras, pero jamás consideré que yo pudiera seguirlos o al menos intentarlo.
El motociclismo tenía algo –me decía a mí misma- que no me parecía divertido. Lo calificaba como tedioso y como un desperdicio de tiempo. ¿Para qué había de dilapidar mi tiempo en el asiento de un vehículo de dos ruedas, dando de vueltas, sudando infernalmente dentro de un engorroso equipo de motociclista y mirando todo el tiempo un anodino paisaje, si en vez de ello podía disfrutar unas actividades más excitantes y de mayor interés?
La respuesta a esta pregunta me parecía sencilla: ¡No había ninguna buena razón para ello! Entonces, hace dos años, comencé a trabajar para Edelweiss, la principal empresa mundial en el ramo de las excursiones en motocicleta. Mi área de operaciones incluía lo relacionado con la publicidad, y particularmente con las imágenes, que manejaba a raudales. Así que imagínenme: una muchachita que nunca había tenido nada que ver con las motocicletas, trabajando en eso todos y cada uno de sus días hábiles.
Estaba viendo las fotos de unos parajes soberbios, unas imágenes de belleza inverosímil y unas personas que eran las más felices de esta tierra porque se divertían en grande sobre sus dos ruedas. Se me despertó la curiosidad, así que ¿cómo no iba yo a buscar cuanto antes desentrañar el secreto? Por lo tanto, el siguiente paso fue inscribirme en una de las travesías que organizaba mi empresa.
Antes de partir, entré en la tienda vecina, me gasté un dineral en adquirir mi propio ajuar de motociclista y me descubrí aterrizando en un país extranjero, supuestamente para viajar sobre una moto durante una semana completa. Cuando llegué a ese momento, no me sentía muy entusiasta respecto a mi inminente viaje. Más bien me parecía que iba a vivir sólo otras sencillas vacaciones, y no esperaba que aquella expedición en motocicleta se convirtiera en la mejor de todas las que había conocido.
Mi piloto y guía en este recorrido –Markus Hellrigl—cumplió un trabajo sobresaliente. Él llevaba ya 16 años con la compañía, y durante su vida entera había viajado más kilómetros en una motocicleta que otros al volante de un coche. Antes de montarnos en su F 800 S no me sentí muy divertida. ¿Qué era lo que debería esperar de las travesías diarias? ¿Cómo iba a sentirme recorriendo Grecia en solamente dos ruedas? ¿Íbamos a sufrir una caída cada vez que tomáramos una curva? Me sentía de veras nerviosa mientras esperaba frente a aquella motocicleta de aspecto peligroso. Mis manos temblaban, sentía la boca seca y no podía librarme de la sensación de que iba a necesitar pasar al baño.
Finalmente, reuní el valor suficiente para montarme en la moto, y a partir de aquel instante pude empezar a disfrutar la experiencia de mi vida. Todas mis dudas y preocupaciones se esfumaron después de algunos kilómetros. De inmediato supe que estaba segura en la motocicleta de Hellrigl. No sentía ninguna inquietud, puesto que Markus me cuidaba mientras iba montada en su máquina. Que él llevase tantos años de motociclista no fue la única razón por la que jamás me puse nerviosa ni sentí ningún miedo. No me inmuté ni cuando Markus me pidió que lmase unas tomas para el grupo desde mi asiento posterior. En una ocasión, inclusive me quedé dormida y desperté varios kilómetros más allá del último paraje que había visto antes de que mis párpados se cerraran. Lo que aprendí en Grecia fue que viajar en una motocicleta es una experiencia muy especial: se puede cubrir una gran cantidad de kilómetros, lo que permite explorar un extenso territorio; es posible ver unos parajes que de otro modo no se podrían conocer, porque en sus angostos senderos sólo las motos pueden circular. Y si se confía plenamente en el piloto, se sentirá que la máquina, el conductor y el pasajero se integran en una sola unidad y se mueven como si rodarán sobre rieles. Más aún: me sentí como si me hubieran raptado para llevarme a un mundo completamente distinto. Todo luce muy diferente desde el asiento posterior de una motocicleta; es como si la vida quisiera ofrecer una nueva perspectiva.
Los paisajes resultan más bellos y con mayor interés que antes, e incluso los lugareños aparecen transformados. Todos ellos parecen los seres humanos más amistosos y comprensivos de este planeta. Nos ofrecieron una efusiva bienvenida sin que importara hacia dónde íbamos. De veras me encantó convertirme en pasajera de una motocicleta y disfruté completamente cada minuto. Adoraba la sensación de la brisa templada en mi rostro cuando levantaba mi visera, mientras sentía cómo mi cuerpo se desplazaba como una sola unidad con la máquina.
La travesía por Grecia como pasajera de una expedición guiada, fue como toda una era en mi vida. Desde entonces, cada vez que veo una moto, mi mente se llena de unos recuerdos increíbles que he llegado a querer. Y ahora, en cuanto miro una motocicleta, siento una comezón en mis piernas y quisiera partir en el acto. Regresé a mi casa con montones de recuerdos únicos e inapreciables, así que me prometí a mí misma que iba a aprender más sobre las motocicletas, y también que iba a obtener mi licencia, para ser mi propio piloto, incluso si Markus está disponible.
Ya no quiero vivir nunca más sin las motocicletas y sin la oportunidad de viajar en ellas. Ya estoy seleccionando mi próxima aventura guiada en moto, en la que montaré mi propia máquina: de nuevo la travesía por Grecia. Pronto podrán leer el relato completo de mi próximo viaje, en el que se verá la diferencia entre ser un pasajero y ser un piloto. O tan sólo disfruten conmigo de este sensacional recorrido en moto: www.edelweissbike.com