La vuelta a Europa en GS, por unas tapas y un vinito

La vuelta a Europa en GS

Cuando de veras se quiere viajar, se hallará la forma de lograrlo, en vez de quedarse en los meros sueños. De lo contrario, uno mismo nunca se lo va a perdonar.

Mi sueño era rodar en Europa. Me enteré de que los amigos del BMW Club Ciudad de México proyectaban el viaje “Europa con sabor a la madre patria”, y me subí a bordo.

Gonzalo Medina

Kilómetros, historia y sabores 

“Hay una cultura vial y respeto entre los conductores de coches y motocicletas.”

En Madrid recorrimos la Plaza Mayor y el Mercado de San Miguel, reino de las tapas, jamones, vinos, trufas de chocolate y mil rarezas exquisitas; caminamos por la Gran Vía, admiramos el monumento a Cervantes, la Fuente de la Cibeles, la Puerta de Alcalá y más tarde cenamos en el Mesón de la Sidra. Ya en la Sala de Armas del Palacio Real, vimos las armaduras de Felipe el Hermoso, Carlos V, Carlos III, Felipe III, Enrique Bonaparte; “Tizona” y “Colada”, las espadas del Cid. Esas armaduras son el origen del equipo protector de los motociclistas.

Junto a la estatua del Madroño, el oso símbolo de la ciudad, está en el kilómetro cero, punto de partida de nuestro viaje, en las GS 1200. Pasamos ante las aspas eólicas, sucesoras de los quijotescos molinos de viento, hacia los viñedos de la Rioja; dejamos atrás Zaragoza, llegamos a Huesca, y en la taberna vas-ca Lizarran pedimos una tabla mixta de quesos, jamones ibéricos, vino crianza y cerveza local.

A través del Pirineo Aragonés llegamos a Jaca. Por un modernísimo túnel de ocho km, llegamos hasta Urdos, Francia, con su chocolate y sus bollos de alta repostería. Luego de esto nos dirigimos a Nuestra Señora de Lourdes, que es la Virgen más visitada del mundo. Continuamos Rumbo a Tolosa, comimos en Saint-Gaudent, admiramos el Castillo de Saint-Moineux y llegamos ales Hautes Pyrénées. Virginia, en su GS 650, me dio una lección de manejo bajo lluvia cerrada y niebla espesa. Andorra, libre de impuestos, atrae a los magnates. Ahí están las tiendas más grandesde accesorios para motocicletas. ¡Claro que aprovechamos los fabulosos precios!

La costa mediterránea

Camino a Figueras, visitamos el museo de Salvador Dalí y el Castillo de San Fernando, el mayor de Europa; data del siglo XVII. Ya en Cadaqués, vimos el faro en la bahía miniatura. Desayunamos en la playa, acompañados por una guitarra gitana y luego a seguir la costa hasta la políglota Barcelona, con su galería de estatuas vivientes. Vimos el Barrio Antiguo, el puerto, la glorieta donde Colón señala hacia América. En Valencia comimos paella; hacia Albacete cruzamos La Mancha, un anhelo de todo lector de Cervantes, por una buena vía secundaria, a 140 y 160 kph.

En Albacete cenamos el auténtico queso manchego con vino de la casa, algo fuerte y seco. Aquí son célebres los cuchillos árabes y las espadas; en las afueras de Úbeda se descompuso la motocicleta de Virginia. La gente se desvivió por ayudarnos. Desde Jaén el servicio BMW mandó la grúa. Luego seguimos hasta esa ciudad. Pusimos nuestro equipaje en la cajuela del coche sustituto, y partimos hacia Granada. Prendí mi GS con emoción: ¡Había leído tanto sobre Andalucía!

Rodamos relajados, por buenas carreteras. Hay una cultura vial y respeto entre los conductores de coches y motocicletas. Hay lugares exclusivos para motos por todas partes.

Ya en Granada, visitamos la Alhambra, digna de Las mil y una noches; vimos la casa de García Lorca y la Catedral, que guarda el relicario de Isabel la Católica. El barrio de los moros ricos, Albaicín, conserva sus cármenes, hermosas casas con jardines que perfuman las calles; en las cavernas del Sacromonte habitaban los gitanos. Una de ellas aloja a la famosa peña flamenca Venta el Gallo. En el mercado, un rincón del Medio Oriente, los marchantes venden telas, alhajas y artesanías árabes.

Con las motos listas, Fernando y un servidor salimos a la Sierra de Granada, donde esquían los turistas; hay paisajes espectaculares por los cortafuegos rasurados.

En Colmenar, un pueblo montañés, vivió el papá de Fernando; este quería conocerlo. Entramos en el Parque Nacional Español; por el Caminito del Rey hay una cascada y un puente que se llama “El Chorro”. En Colmenar dimos con la casa del papá de Fernando; comimos en un restaurante inglés, ya que todo el pueblo es una colonia inglesa.

Camino a Marbella vimos un venado silvestre. El clima es frío, pero los lugareños son cálidos y elegantes. Cenamos tapas y cañas; desayunamos churros con chocolate.

África junto a Inglaterra 

En el Peñón de Gibraltar todo es como en Londres y se paga con libras esterlinas. Subimos el peñón hacia los Pilares de Hércules. Me impresionó el Estrecho de Gibraltar, desde donde se alcanzan a ver las montañas de Marruecos, ahí comienza África.

En un mirador hallamos una colonia de monos que nos jaloneaban cuanto podían. Cádiz es la ciudad más antigua de España; tiene la playa más ancha que haya visto. Entreplantíos de algodón llegamos al santuario de la Virgen de Luján, en Sevilla. En el Patio Sevillano, hay artistas que ofrecen pasajes de Carmen sobre el tablao.

Al otro día dimos un paseo por las orillas del río Guadalquivir; vimos la estatua del Cid Campeador, la Universidad de Sevilla, y la plaza de toros, la Maestranza. En la célebre Mezquita de Córdova, hoy Catedral de la Asunción de Nuestra Señora, el Príncipe de Asturias presidía un acto oficial, ante todos medios informativos. Murcia no es tan turística, pero es célebre su catedral de facha-da barroca. Toledo, conserva su gran acueducto romano. Desde Salamanca cruzamos hacia Oporto y de ahí a Santiago de Compostela; por el mar Cantábrico navegamos hasta Gijón, pasamos por Donostia, San Sebastián, Valladolid, Pamplona, San Fermín y Segovia, para luego regresar a Madrid.

Así termino esta brevísima reseña, cuyo deseo es aportar información, para que los mexicanos sigamos animándonos a viajar cada vez más lejos. Nuestras generaciones están escribiendo el motociclismo de hoy, un motociclismo más seguro y más responsable.

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