Vacaciones en el Karakurum

El primer intento

Mi primera expedición al Himalaya fue, en el verano del año 2000, a una de las agujas de roca más grandes y bellas del mundo: la esbelta Torre del Trango, de más de 1200 m de desnivel. Su cumbre pasa los seis mil metros de altura. Para poder escalarla hay que dominar técnicas de gran pared, hielo y alta montaña.

Cuando leí un artículo sobre la Torre, pensé que no era tan difícil ir. Como nunca había organizado una expedición, no tenía muy claro cómo empezar, le platiqué el proyecto a mi amigo Higinio, a quien le gustó la idea: recopilamos toda la información que creímos necesaria… y llegó la hora de toparnos con el odioso asunto del dinero. Desgraciadamente, Higinio no pudo continuar con el proyecto y tuve que buscar a otros amigos que quisieran ir. Carlos García enseguida se apuntó, pero nos faltaba otra persona; no teníamos tiempo para buscar a alguien con buen nivel de escalada… en el último momento llegó al rescate mi buen amigo Mario Oñate.

Al fin quedaba el equipo listo, gracias al papá de Carlos que consiguió el patrocinio.

Llegamos al aeropuerto con todos los barriles de equipo formaditos, como en una auténtica expedición, con logotipos en la ropa, barriles, fotos, prensa y toda la cosa.

En el mostrador de la línea aérea empezó la penosa lucha… ¡Qué! ¿Ocho mil libras esterlinas?… solo por el sobre equipaje. ¡Estos ingleses están locos! En efecto teníamos un exceso en el peso, pero ellos tenían un exceso en el cobro. Tras horas de discusión y dos vuelos perdidos pudimos salir de Londres y llegar a Pakistán. Nos retrasamos más de una semana en el itinerario del viaje; casi dos semanas después de llegar a Islamabad pudimos montar el campamento base, cuando una expedición suiza–alemana estaba ya haciendo cumbre en la Torre.

El equipo europeo estaba por terminar su expedición. Nos ofrecieron vendernos las cuerdas fijas que tenían hasta el hombro, y sinceramente no dudamos mucho en aceptar su propuesta, así ya no tendríamos que escalar los primeros doce tramos de la ruta y recuperaríamos mucho tiempo. Dos semanas después ya teníamos montado el campo dos en el hombro a 5700 m.

Mario y yo tuvimos que bajar un par de veces al base, la primera porque Carlos se había sentido mal y la segunda porque nuestro cocinero tenía varios días con fiebre. Lo llevamos hasta Pajiu, un pequeño caserío de porteadores a un día de camino, esto nos retrasó aún más.

Volvimos a subir hasta el hombro, ya con intención de no bajar hasta que pudiéramos atacar la cumbre, desgraciadamente solo pudimos escalar dos largos arriba del hombro: el mal tiempo llegó. Tras una semana sin poder salir de la tienda de campaña, la tormenta nos obligó a descender. La huida no fue fácil, pero pudimos bajar al campamento sin ningún problema a pesar del hielo en las cuerdas. Dos días después estábamos de nuevo subiendo al hombro, esta vez para desmontar las cuerdas fijas y quitar nuestro campamento: el tiempo ya se nos había terminado. Ese mismo día habían empezado a subir dos amigos estadounidenses, Tim O´neill y Miles Smart. Ellos querían intentar el primer ascenso a la torre en un solo día; estaban ya a dos terceras partes de la Torre con un tiempazo, a lo lejos nos saludamos y bromeamos, pero unos minutos después escuchamos un grito de ayuda. Tim ya no seguía en el punto donde estaba minutos antes, había volado más de 40 metros, “Mario, Armando, please don´t go!, I need help!” Tim se había lastimado seriamente el brazo, pero Miles se las ingenió para bajarlo hasta el hombro, no estaba tan mal como para no poder bajar, y entre Miles, Mario y yo lo ayudamos a llegar al base.

Al día siguiente pudimos desmontar el campamento; bajamos hasta el base y regresamos a Islamabad. La agencia cometió un error y volvimos a perder el avión, surgieron más y más gastos no previstos, saldados con un doloroso tarjetazo -¡venga con tal de salir de aquí!- El balance final no fue muy positivo: sin cumbre, con una fuerte deuda en la tarjeta, un gran disgusto con un coequipero y con el patrocinador, sin dinero y sin novia.

El Segundo Intento

Julio 2004, una vez más nos encontrábamos subiendo hacia el hombro, esta vez íbamos Héctor Ponce, uno de los mejores alpinistas de México, Araceli Segarra, Jorge Egocheaga médico español, Mario Oñate y yo. Fuimos los primeros en la temporada en llegar al Trango, por desgracia el clima había estado tan mal que solo habíamos podido ver la torre un par de veces. Subimos todo el equipo hasta el campo 1. Ahora no había alemanes que vendieran cuerdas fijas y escalamos todos los tramos hasta el hombro. Estuvieron duros pero divertidos. Los largos estuvieron bastante bien repartidos, Jorge hizo los de hielo, Araceli punteó los largos de adherencia, Héctor y Mario los largos en libre y yo los de escalada artificial. Unos vascos fueron a nuestra tienda comedor para negociar el uso de nuestras cuerdas fijas, no tuvimos ningún inconveniente; a cambio les pedimos que subieran algunas cuerdas. Además, les dijimos que teníamos prioridad para montar las tiendas en campo 2, que es bastante limitado en espacio.

Un equipo coreano intentaba abrir una nueva ruta a 200 m. de la nuestra. Por fin, con una ventana de buen tiempo montamos el campo dos y bajamos de nuevo al base.

El cielo seguía plomizo; el comedor se había convertido en una sala de lectura. Finalmente, se asomó el buen tiempo y cambiamos los libros por las botas. Al llegar al campo 1 Araceli se sintió mal y regresó con Héctor al base, continuamos Jorge, Mario y yo. Cuando llegamos al hombro, los coreanos ya habían montado su campamento y estaban en nuestra ruta, én un principio nos pareció una grosería, porque no nos avisaron de su repentino cambio, pero llegamos a un acuerdo: ellos fijarían diez tramos arriba del hombro y nosotros hasta la cumbre, era una buena oportunidad para todos, a quienes no les gustó la idea fue a Héctor y Araceli, yo creo que sentían que se estaban “agandallando” la ruta.

Los vascos subieron su equipo al hombro y bajaron inmediatamente. Supongo que se divertían más en el base. En cambio nosotros, con poco tiempo para intentar la cumbre, no podíamos bajar otra vez.

Para colmo empezó a nevar. Cinco días dentro de las tiendas y ni los Coreanos ni nosotros dábamos señales de querer escalar en esas condiciones. Araceli se comunicó por radio para decirnos que ya habían pedido los porteadores para regresar, discutimos entre nosotros para prolongar la estancia, pero ya no era posible detener a los porteadores. En caso de que mejorara el tiempo intentaríamos llegar a la cumbre, más era difícil lograrlo: la pared y las cuerdas estaban muy congeladas. Esperamos hasta el último minuto, pero el reloj nos marcó el final, teníamos que bajarnos al base.

Esta decisión afectaba al equipo vasco, cuyo material estaba junto al nuestro en el hombro a 5700, y solo podía subir por nuestras cuerdas ya fijas. Así que hablamos por radio con ellos para saber si subirían por su equipo o no, porque nosotros quitaríamos las cuerdas al descender. Ellos no quisieron subir por ellas; tratamos de llegar a un acuerdo y les ofrecimos las cuerdas a mitad de precio. Si tomábamos en cuenta el costo, el envío desde México y además que estaban ya puestas en la pared, era una ganga. Más estos cuates no aceptaban nada y tampoco se movían.

Decidimos que si al día siguiente no llegaban al hombro a las diez de la mañana, empezaríamos a bajar y quitar las cuerdas, aunque su equipo se quedara varado en el hombro. Dieron las diez de la mañana. Finalmente, llegó uno de los vascos, dijo que ya venían los demás y que los esperáramos, nosotros estábamos muy impacientes porque había una tormenta y no queríamos esperar más tiempo para bajar.

Hicimos el último intento para que se pudieran quedar con las cuerdas, su argumento era que no tenían dinero y que estaban muy caras, les propusimos que las pagaran cuando llegaran a España. Por fin, a gritos desde el hombro, se pusieron de acuerdo. Era muy cómico porque se iban pasando la voz, desde el hombro hasta el primer largo, y luego de regreso, ¡era increíble que ni radios llevaran! Hasta ahora no han pagado.

Después de varias horas, llegamos a campo 1, aun con mal tiempo, continuamos hasta el base, los porteadores nos esperaban. Irónicamente, ¡justo cuando llegamos al campamento salió el sol! Creo que por primera vez no quise ver el cielo azul.

Tercer intento

¿Trango 2009? No lo sé aún…

Tal vez será una obsesión, pero hay mucho camino andado como para dejar el libro a la mitad… Pienso yo…

Sin Embargo, Pakistán hoy sufre ciertas dificultades: es una nación clave en el conflicto entre el Medio Oriente y Estados Unidos, hay talibanes afganos que se han ido a refugiar en sus tierras; el reciente magnicidio de Benazir Bhutto, el atentado en el Hotel Marriot de Islamabad, el alto costo de su organización… Aun así, mantengo mi obsesión … ¡Ojalá! O mejor dicho ¡Inshala!

Por Armando Dattoli.

 

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